Nos dedicamos a esto de la imagen porque la amamos, por eso que nombran vocación, que es una especie de llamado a pertenecer a aquello que uno está destinado social, psicológica y biológicamente para ser. De ahí que Hölderlin dijera que “no abandona su lugar lo que mora cerca del origen”, y nuestro origen es el decir pensando, andamos los caminos del símbolo y la imagen a través de la comunicación, el diseño gráfico, la publicidad y la mercadotecnia. Ante la pretendida objetividad del mundo laboral, nuestra subjetividad está llena de las experiencias, los sueños y la voluntad que tenemos de realizar nuestro trabajo, aunque queden fuera de los esquemas y criterios que las organizaciones tienen para que pertenezcamos a ellas. La publicidad, la mercadotecnia y la comunicación, siguen siendo continentes fríos y aguerridos; pero entre las ranuras de sus engranes se escapa lo humano, pidiendo su espacio particular, y en eso estamos, tratando de reconfigurar el campo de batalla, para que sea un nuevo lugar de convergencias. ¿Cómo lo lograremos? Je ne sais pas, depende de cada quién, pero los pasos para la creación de mejores estrategias de comunicación -y con ello me refiero a la verdadera comunicación que trata de unir, de juntar lo disperso, respetándole su espacio- las hemos estado revisando durante todo este año que ha terminado hace algunos días y pocas horas. Falta más, siempre falta algo, porque lo que no es absoluto y eterno está necesariamente incompleto y hay que perfeccionarlo… Dentro de esa preparación ad infinitum hay que tratar un par de cosas primero. Pregunto: ¿la imagen descansa? Jamás. Las organizaciones trabajaron en estos días en su construcción en forma de acompañamiento, dándole personalidad a la marca, materializándola a través de frases hechas y deshechas, hasta acartonadas si lo quieren. ¡Feliz navidad a todos nuestros seguidores y compradores! ¡Feliz año nuevo a todos nuestros cuentahabientes! Con eso nos encontraremos en las redes sociales y en medios tradicionales. Por eso en nuestra profesión nunca se descansa. Como decía el poeta: ¡A descansar al osario! Cuando me preparaba para elegir profesión tuve que decidir entre una gama enorme de campos laborales que tienen como resultado una forma de vida específica y bien delimitada: hay profesiones que socialmente las entienden como muy complejas y que en su desarrollo uno tiene que trabajar más horas del día, hay unas en las que el cansancio mental es mayor o que la presión de las decisiones tiene implicaciones sobre miles de familias, pero hay otras -como la nuestra- que nunca descansan. La gente no valora a todas por igual porque asumen que en su vida cotidiana unas u otras tienen más impacto o son más respetables. Por ejemplo, se habla siempre de la importancia de los médicos y de que su labor es más ardua que otras, sin embargo, el CEO de una empresa que toma una decisión arriesgada en un negocio que definirá el futuro de todos los que laboran ahí, tiene una presión y un peso mayor que cualquiera. Cierto, se podrá argumentar mucho con respecto a esto, pero entre palabras no llegaremos al meollo, los arbustos no nos dejan ver el claro del bosque. Es patético regodearse, como lo hacen en muchas profesiones, acerca de qué es lo más importante o complejo; en nuestro trabajo sabemos que sin los otros, sin colaboradores, familia o amigos, esto no significaría nada. La mercadotecnia y el diseño gráfico necesitan de muchos engranes para funcionar, es por ello que aprendemos que la colaboración es una de las habilidades esenciales e imprescindibles para realizar nuestro trabajo, que sin audiencias, espectadores o escuchas, simplemente pierde su Raison d’être. Cuando elegí dedicarme a la comunicación sabía que entraba a un mundo en donde el descanso estaba negado, porque hay que actualizarse continuamente, escanear el ambiente, leer periódicos y ver películas o programas de televisión. Estar listos para tener siempre algo que decir, y que eso que se diga no sea una maraña, sino lo más claro y certero posible. Sabía que, como los médicos, no descansaría 8 horas habituales de sueño; que, como a los albañiles me pagarían a destajo; que, como los sacerdotes, tendría que amar y adorar a mi trabajo aún cuando pensara que me había abandonado. Este año que comienza es una nueva oportunidad para impulsar a la imagen al lugar que amerita, pero también para aprender que tenemos una obligación que se debe a nuestra vocación. A ella hay que adorarla y cuidarla, desde la mercadotecnia preparando y disponiendo programas y planes que la mejoren, sabiendo cómo presentarla con la comunicación, materializándola gráficamente desde el diseño, y en los medios adecuados, en el frente de la publicidad. Siempre he creído que el único camino que tenemos los seres humanos para transformar el mundo de las superestructuras económicas, políticas y sociales; está mediado por las organizaciones. Nosotros que estamos en ellas tomemos esa oportunidad para alejar las sombras que nublan el futuro de nuestro país y planeta, con la luminosidad que nos ha sido regalada, por dedicarnos a esto de la imagen. ¡Feliz año nuevo y a trabajar!
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