El éxito de una empresa se compone de tres ingredientes: oportunismo, capital e información (Keynes). Saber reconocer mercados carentes de información e informarlos, es decir, educarlos, así como saber cuándo y cómo invertir, es saber hacer negocios. El capital puede obtenerse de muchas maneras, tales como el crédito, la herencia o el ahorro. Pero lo difícil no es empezar, sino mantenerse. Un buen empresario sabe hacer dos cosas de manera excelente: controlar sus recursos materiales y controlar sus recursos intelectuales.
Los recursos materiales se dividen en dos: «medios de trabajo» y «objetos de trabajo» (`Das Kapital´). Los «medios de trabajo» son los objetos con los cuales se labora (máquinas, procesos, manuales, etcétera). Los «objetos de trabajo» son las materias primas o los servicios que se procesan para ofrecerse después (oferta). Para distinguir mejor qué es «trabajar» y qué es «laborar» véase la obra de Hannah Arendt. Para que una empresa se enriquezca ésta debe saber separar las «fuerzas biológicas» de las «fuerzas de trabajo», fuerzas que yacen en su personal. A la gente le gusta saber que tiene el control sobre sus movimientos. Pero si la gente tuviera libertad total en la empresa la empresa sería un caos. Tenemos que aprender a implantar políticas y reglamentos para estandarizar los procesos de trabajo. Las políticas, así como la axiología, forjan una superestructura, una ideología, una certeza. Cuando la gente sabe qué tiene que hacer ahorra fuerza, energía («fuerzas biológicas»). Esta superestructura guiará a la empresa a determinado lugar y representa el «qué». Por otro lado están los procesos, que representan el «cómo». Para que el control del personal sea más preciso es necesario que la empresa genere sus propias formas de trabajo. Cuando diez empresas comparten los mismos procesos de trabajo las personas lo perciben y empiezan a flotar, a moverse. En cambio, cuando un trabajador adopta y adapta un modo único de trabajo éste se queda en la empresa, pues el miedo al cambio es más fuerte que la curiosidad. Los romanos daban la vida por la política, los medievales daban la vida por el catolicismo y los modernos dan la vida por la libertad («fetichismo», diría Marx). La originalidad es el origen del capital, o mejor dicho, de la acumulación de conocimiento, que se traduce en mayor velocidad al trabajar y en mayor productividad. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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