Nota: Querido lector, solo he querido recordarle el lugar donde los sentidos viven, solo he querido mostrarle el mundo donde la publicidad saborea, respira, oye, toca y observa. Solo quiero invitarlo a regresar a su mercado y con ello a que se reinvente. “A la Ducha inmediatamente» gritaba mi mamá cada vez que regresábamos del mercado, y no por la enfermiza manía (de casi todas las madres) por protegernos de cualquier enfermedad, sino que, realmente, llegaba hecho una mugre. Vuelo a mi infancia, y me veo meter los brazos en los sacos de arroz, y digo brazos, porque no paraba hasta llegar al hombro. Solía sentir esa deliciosa caricia, un placer incomparable. El arroz fue mi primer amor lo confieso. El mercado me embriagaba los ojos de colores, miles de productos que ponían a prueba mi memoria, un paraíso de juguetes, frutas y productos desinfectantes. Recuerdo con inocencia como saludaba al Santito del mercado, al cual le chorreaban las velas y me ponía a jugar con la cera. Llega a mi mente la imagen de la Mamacha, aquella mujer mística, que me golpeaba con hierbas aromáticas la cabeza, esperando que mi madre le diera un sencillo por haberme protegido de la mala suerte. Me gustaba jugar a olfatear el pescado. Aprendí a diferenciar los olores: el ajo, la hierba buena y los mangos. Me convertí en un Ratatouille. Toqué el mondongo y las escamas de un bonito, jugué con los perros y hasta seguí al loco del mercado para ver con quien hablaba. Al final terminaba mi recorrido pidiéndole a mi madre un trompo, que el viejito de los ojos tristones ofrecía. A que va todo este disparate: Ser un buen creativo implica conocerse a sí mismo y al mundo que lo rodea, ese conocimiento no puede ser parcializado, aquellos que piensen en vivir de la publicidad o de las comunicaciones han de entender lo importante de vivir nuevas y mejores experiencias cada día. Deben saber cómo desarrollar sus sentidos al máximo. Yo le propongo que vaya a un mercado. Que lindo laboratorio, donde todo esta desordenado, donde las góndolas son puestos oscuros y misteriosos. El mercado de tu casa es la mejor escuela, es el mundo de los sentidos, es el mejor nido para cualquier niño, en donde se puede jugar, consumir, y aprender. Un mercado es una universidad que no cobra mensualidad, ni te hace repetir. Es un lugar donde aprendes a usar los órganos de tu cuerpo, donde empiezas a observar, a planificar, a crear. Padres, si pueden lleven a sus hijos al mercado y no al centro comercial, es más barato y divertido. Jóvenes un día paseen con su enamorada por un mercado y cómprenle flores y unos aretes de fantasía. Futuros Creativos conversen con la casera, tómense un jugo surtido, acérquense al puesto de juguetes y luchen por no marearse. Publicistas, yo los invito a mi mercado, en donde mi casera vende el desarrollo de los sentidos… a solo centavos el kilo.
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