Con la euforia de los fervientes seguidores del fútbol mexicano, el amor por “la camiseta” y las quejas por no haber podido asistir a los partidos disputados el día de ayer, me surgió una gran duda: ¿es el fútbol una consecuencia de la mercadotecnia o en realidad las marcas se cuelgan de este deporte? Observé con atención y llegué a la conclusión de que la mercadotecnia y la publicidad casi no impactan a los hinchas. Las entradas, las camisetas, posters y stickers se venden solos. No necesitan espectaculares o comerciales atrayendo seguidores; un ejemplo son los aficionados que viven preocupados por llegar al 3 de diciembre: ese día es especial, sólo porque saldrán a la venta los boletos de la Copa FIFA Confederaciones en Brasil. Todo parece indicar que el amor por el futbol es genético. Los seguidores llevan en las venas a sus equipos, ya sea por herencia familiar o por convicción, a pesar de las burlas y ataques de los amigos. Es un sentimiento profundo que aprovechan las marcas para ser vistas, pues entre la emoción del partido y los errores de los árbitros, lo último que al público le interesa son los patrocinadores. Esta industria es la envidia de muchas marcas, ya que la fidelidad de los seguidores es muy alta. Incluso, a quienes no les interesa el futbol, seguro saben quién es el “Chicharito” o conocen a Messi o a Kaká, gracias a que las marcas los utilizan como estandartes y los pegan en cada tiendita bebiendo el refresco o promocionando una línea de ropa interior. El único trabajo que tienen es mantener el nivel del equipo para que generación tras generación, los aficionados sigan inculcando a los pequeños el amor por la camiseta y el orgullo de nombrar a un equipo cuando se hace la pregunta social : ¿a qué equipo le vas?
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