TBWA de Los Ángeles ha producido un inverosímil spot. Según el experto Simmel hay tres tipos de coquetería: la del rostro, la del cuerpo y la del lenguaje. La del lenguaje es la más fácil porque construye ella misma su mensaje y su contexto, mientras que las otras dos dependen de esa cosa llamada pragmática, controvertida categoría de la semiótica. ¿Es necesario, para llamar la atención, emitir pronunciados gestos o señales de humo cuando estamos cerca de alguien? No. La protagonista del spot, de vestido azul, le dice algo a su amiga. ¿Le quiere decir que ahí, en la yuxtapuesta mesa, hay una lata de Pepsi? No creo que el grado de vacuidad llegue a tanto. ¿A quién le dice la señorita del vestido azul que vaya hasta su mesa? ¿Al mesero? ¿No sería el mesero el embelesado, y no el inocente de junto, que tiene los brazos cruzados, pose inepta y apta para conquistar ejércitos, no mujeres? ¿Qué clase de hombre responde tan prematuramente a los llamados de una dama en un restaurante? Según el guionista el subterfugio del desenfoque salva la historia, pero no es así. El uso de la proxémica es pésimo, no logra persuadir. Los demasiados argumentos, los excesivos gestos, no son creíbles. ¿Era necesario reforzar la feminidad de una fémina con fémina melodía? En estética la mesura es lo ético. Tal vez un público incauto y afanoso de cursilería guste del spot. No sé, no quiero llenar esta página con incredulidades. http://www.youtube.com/watch?v=q3irugzr1Lc
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