Federico Nietzsche, que era filólogo, es decir, estudiante de las antiguas letras, sostuvo que la poesía o que la prosa de los antiguos griegos lograba decir mucho echando mano de pocos términos. Leer tales cosas impresiona. Pero, pero pensamos que el lenguaje se va puliendo y mejorando con el paso del tiempo, y que no es posible que hombres primitivos escriban mejor que hombres modernos. Y sí, los filólogos se quejan de la torpeza del griego, aunque jamás de la de Homero. ¿Qué podemos aprender de la escritura griega y del latín? Podemos aprender que ellos, romanos y helenos, veían en las palabras meros símbolos, entes que podían funcionar aisladamente, pero también conjuntados con otros símbolos. Es imposible, por ejemplo, decir de manera mejor «Graecia capta ferum, victorem cepit», que significa: «Grecia, conquistada, conquistó a sus feroces vencedores». También es difícil decir con menos léxico «Ultima Ratio Regum», que significa «Última razón de los Reyes». Pero olvidemos el latín y pasemos a nuestro castellano bello. ¿Quién sabía decir mucho con poco? Baltasar Gracián. Cuando nuestro redactor habló sobre la virtud, tejió su Axioma 34, que dice: «Conocer su realce rey: la prenda relevante, cultivando aquella, y ayudando a las demás. Cualquiera hubiera conseguido la eminencia en algo si hubiera conocido su ventaja. Observe el atributo rey, cargue la aplicación: en unos excede el juicio, en otros el valor». No dijo «virtud principal», no «talento máximo», no «don supremo», sino «realce rey». Orwell decía que usar las palabras de siempre, que combinarlas del mismo modo siempre, produce textos mecánicos, tiesos. Mientras que las palabras «virtud», «talento» o «don» son ambiguas, informes, la palabra «realce» nos hace pensar topografías, cimas de montaña, cabezas de rascacielos, abetos enhiestos, en fin, cosas que se levantan. ¿Qué otros ardides retóricos hay en Gracián? Hay ese «cargue la aplicación», clarísima manera de promocionar la «praxis», la «acción». Con la palabra «cargue» se dispara en nuestra cabeza un fenómeno gramatical, una noción de espacio, de peso, de substancia. Leyendo a Gracián, sí, nos hacemos mejores redactores en general. Foto cortesía de Fotolia.
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