Violette Morin ha estudiado algunos chistes que `France-Soir´ ha publicado, y lo ha hecho para comprender cómo es la estructura del humor, de los chistes. ¿Para qué queremos saber esto? Para hacer publicidad lúdica, cómica, de esa que salva nuestros días, de esa que hace que las marcas se conviertan en sabrosos momentos del día. Baltasar Gracián ha escrito: «salió a veces mejor el aviso en un chiste que en el más grave magisterio». El chiste, para empezar, echa mano de la ironía, del método indirecto, del eufemismo. Dice Morin que un chiste tiene tres dimensiones: A) Puesta en escena. B) Diálogo. C) Desenlace. Nada nuevo, lo sabemos, y porque no hay nada nuevo en la literatura de los chistes nos preguntamos: ¿qué hace que una historia sea chistosa? Pues una especie de «sordera mental», afirma Morin. Leamos algunos chistes: 1- Un marido busca a su mujer a lo largo del río y encuentra a un hombre que la ha visto. El marido, dice: `Si usted la vio, no debe estar lejos´. Y el hombre, responde: `Seguro, porque la corriente no es muy fuerte´. 2- Un corso quiere un libro sobre agricultura. El librero, dice: `Lleve éste. Cuando lo haya leído, tendrá ya medio trabajo hecho´. Y el corso contesta: `Entonces me llevo dos´. 3- Dos chicos charlan. Uno: `¿En tu casa rezan antes de comer?´. Y contesta el otro: `No, mamá cocina muy bien´. ¿Qué provoca, al menos en Francia, la risa? La disyunción, la ambigüedad, la polisemia, la sordera. En el primer chiste se encuentra un pesimista cínico con un hombre preocupado, dos entes que no se comprenden, que no se «oyen». En el segundo chiste el término «libro» significa «praxis», no «teoría», y hay dos hombres que son antípodas y que no se oyen: uno teórico y otro práctico. Y en el tercer chiste un chico se preocupa por la «fe» (Don Quijote) y otro por la «comida» (Sancho Panza). Para que una historia sea chistosa deben participar en ella, preferentemente, tipos contrarios, tipologías contrarias (feo-bello, listo-estúpido, alto-chaparro, gordo-flaco, moralista-cínico). Ahora pasemos del mundo de los contrarios al mundo de los malentendidos. La palabra «tomar», por ejemplo, asevera Morin, es ambigua. Si un ladrón recién salido de la cárcel invita a «tomar» a otro que también ha salido apenas de la cárcel, hagamos que uno entienda que «tomar» significa «beber» o «celebrar», pero que otro, el cínico, el cabeza dura, el necio (el «incorregible», diría Foucault), entienda «robar» o «volver a las andadas». Entendámonos. Un chiste tiene la siguiente estructura: A habla con B sobre el término X. A viene de un mundo espiritual o social totalmente contrario al de B, y por tal jamás se comprenden. El lector «supone», gracias a la puesta en escena (`mise en scène´), que X significa tal cosa, pero al final descubre que no es así. Si usamos la meditación de Morin para redactar anuncios cómicos todo será más fácil y no tendremos que esperar la llegada de la diletante chispa creativa. Foto cortesía de Fotolia.
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