Los publicistas nos ocupamos de las marcas preocupándonos por sus consumidores. A ellos los observamos, descubrimos sus necesidades, los consentimos y nos preocupamos por sus reacciones. Por ellos tenemos que mutar las P’s de la mercadotecnia en C’s y después encontrar el abecedario para mantenerlos satisfechos.
La búsqueda implacable de insights, de datos y de “hallazgos” en ocasiones nos cuesta unas orgullosas ojeras que al final, se verán recompensadas con la satisfacción de las personas, tanto de las marcas como de quienes las consumen. Largas horas para convencer a las marcas que un cambio de imagen es lo que necesita o que su presencia en redes sociales parece transparente también es parte del circo de la economía y el bienestar.
Pero, ¿qué sucede de pronto? Tal parece que a veces nos fallan los cálculos o a ellos no les agradan nuestros conceptos. Sus sugerencias parecen regaños o insultos; sus comparaciones con otras marcas nos parecen una traición cuando quizás están reforzando su amor a nosotros; incluso, parece que están sólo al pendiente de nuestras fallas para comunicarlo al mundo, tal vez como una presión para mejorar o como un aviso de nuestra vulnerabilidad.
Sea la razón que sea, les debemos el mayor respeto y nuestras mejores ideas. Y no sólo a ellos, sino a los beneficiados de la publicidad social o el marketing verde, como personas marginadas, los animales o el medio ambiente. Al final, sabremos que algunos nos aman, otros no tanto, pero de todos podemos aprender un poco para seguir beneficiándolos, tal como Publicis de España comunica el cuidado de las mascotas de una manera muy sencilla y divertida.
Comentarios