Mil veces hemos hecho esta pregunta: ¿Cómo andas en la ortografía? Mil veces hemos oído esta respuesta: No muy bien… pero es que a mí me interesa más la creatividad, y no tanto la redacción. ¡Oh equivocación de equivocaciones! ¿Cómo anda usted, que se dice pintor, en el uso del color? Ando mal… pero es que a mí me gusta, sobre todo, trazar formas, y no tanto darles color. He aquí un dibujante, no un pintor. ¿Cómo anda usted en el uso del cincel? No muy bien… pero es que a mí me gusta pulir, y no tanto esculpir, porque es muy cansado. He aquí un artesano, no un Miguel Ángel. ¡Qué tal! Las grandes ideas nacen inductivamente, es decir, nacen trabajando duro una sola idea o noción. Sistema, señores creativos, sistema, que es más fácil obtener una gran idea a partir de un claro párrafo que obtener un párrafo claro de una idea borrosa. Las ideas nacen en la actividad. Estamos lavando nuestro coche, y la espuma nos hace pensar en la suavidad, en una idea para una marca que vende vestidos; estamos en el baño, y al finalizar nuestra producción fecal se nos ocurre una idea para mejorar los procesos de trabajo. ¿Por qué las ideas, como los hijos, nacen donde menos lo esperamos? El alejamiento de una labor hace que dicha labor sea vista en su totalidad, en su generalidad. Escribir es la mejor forma para crear ideas. ¿Por qué? Porque nuestras manos se conectan con nuestra cabeza (noción más acción, producción), porque lo físico se conecta con lo espiritual, porque al escribir estamos dándole orden a algo, o mejor dicho, estamos quitando lo que no hace falta. «¿Cómo sabía usted, señor escultor, que debajo del mármol había un elefante?», preguntan por ahí. El creativo que no escribe es hijo de la intermitente inspiración, o sea, no es confiable. Escribamos, escribamos mucho. Imagen cortesía de Fotolia.
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