Gracias al intercambio cultural y a la comunicación hay más alternativas de autos, de ropa, de comida; hay más opciones para cuidar de nuestra salud, de hacer ejercicio y de estar en contacto con nuestros allegados. Pero, ¿es por ello que somos más felices? El fin último de la existencia humana, y nos estamos metiendo en cuestiones filosóficas, es la felicidad. ¿Para qué hacemos lo que hacemos? Para alcanzar ese estado. Pero hay tres estados que el hombre busca y que, dependiendo de la marca que manejemos, podemos explotarlos de la manera más adecuada. El placer es uno de los estados a los que más fácilmente se puede llegar. Se trata de una consecuencia de un estímulo físico, como los sabores de los alimentos, una puesta de sol o el sexo; pero estos, sobre todo el último, son efímeros; por lo regular alcanzar el placer nos lleva al sufrimiento a falta del mismo. Llamaremos a la satisfacción como un estado de segundo nivel. Esta es psicológica, por lo tanto, la más importante para el ego. Pongamos un ejemplo: ¿Qué preferirías? a) Ganar 50 mil dólares anuales, considerando que los demás ganan 75 mil. b) Ganar 10 mil dólares anuales, sabiendo que aquél (o aquella) a la que aborreces sólo podrá ganar la mitad que tú. c) Ganar 50 mil dólares anuales, sin saber cuánto ganan los demás. Lo más probable es que la respuesta primera sea la que menos se elija. La razón, es que la satisfacción casi siempre se rige por la comparación con el otro. Por último, está el nivel elevado de la felicidad, pero ¿de qué depende? La satisfacción nos ayuda a darle sentido a nuestras actividades, pero la felicidad es el disfrute de los objetivos alcanzados, percibiendo lo que nos rodea como fruto de las inversiones de tiempo, sentimientos y, quizás, dinero. Conociendo estos tres estados, sabemos por qué es más adecuado que una marca deportiva venda satisfacción y no felicidad; pero, al mismo tiempo, nos ayuda a conocer qué es lo que puede crear nuestro producto, aunque en apariencia no se relacione con alguno de los tres estados, como Coca Cola, que vende la felicidad. Imagen cortesía de Fotolia.
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