Cuando estaba en la carrera me topé con un sinnúmero de maestros, gratamente a muchos tengo el privilegio de llamar mis amigos hoy en día. Recuerdo claramente cómo uno de ellos en una ocasión me calificó un ensayo con un 9, al igual que a muchos de mis compañeros, lo cual me disgustó y sin mucha modestia reclamé que mi trabajo era mejor que la mayoría. Cuando solicité una explicación del porqué, mi maestra me observó fijamente y me dijo que esa era mi calificación, sí, el trabajo tenía aspectos que lo hacían destacar del resto, pero, no era mi mejor trabajo. Siempre me he considerado una persona abierta a la crítica, a que se me cuestione y que esto me ayude a crecer, siempre busco el aprendizaje en cada persona que conozco. Esto me ha ayudado a observar la vida con más humildad, ya que si en algún lugar estamos expuestos a la crítica es en esta línea de trabajo, comenzando por la del cliente, la esposa del cliente y hasta el chofer del cliente. Pero en realidad ese es nuestro trabajo, equivocarnos, si no estamos preparados para cometer errores, si no nos atrevemos a equivocarnos, nunca seríamos capaces de crear nada nuevo o creativo. Ver las fallas en el trabajo de otras personas es el más sencillo de los oficios, sobre todo en el diseño y la publicidad, todos nacemos críticos, todos opinamos. Sin embargo, perdemos la dimensión del problema al ver la crítica como un acto de vandalismo contra lo que hacemos, en lugar de verlo como una aportación, el ver con ojos frescos algo, quitar lo que en el argot llamamos “ceguera de taller”, y poder opinar de forma clara, sin ningún sesgo. Más allá de ser humildes, es importante aprender de la crítica, observar de quién viene, y si no se tiene la razón, defender nuestro trabajo. El verdadero problema reside en no aprender de nuestros errores, ya que un error seguirá siendo un error si no aprendes de él. Siempre tendemos a menospreciar el hecho de que nos corrijan, cuando es la única forma en la que crecemos personal y profesionalmente. El egoísmo nos coloca una venda en los ojos y desvirtuamos cualquier crítica. Vivimos en una sociedad y en una profesión en la que estamos literalmente expuestos, nuestro trabajo vive el escrutinio público, y puede tener igual número de seguidores como detractores, pero nunca le daremos gusto a todos. De igual forma es importante aprender a defender nuestro trabajo, se vale tener la razón, así como se vale tener una opinión, un “no me gusta” no es el fin del mundo, y si no somos capaces de aceptar un rechazo, aprender y mejorar gracias a ello, estamos en el negocio equivocado. Nunca nada terminará por satisfacer a nadie, y eso es bueno, siendo un trabajo en constante proceso, nuestra única constante debería ser el cambio, el que seamos conscientes que todos los días podemos crecer. Con el tiempo iremos aprendiendo, y entre más aprendamos menos errores cometeremos. Por lo que mi consejo sería, equivóquense y háganlo pronto, para así, ser mejores lo antes posible, mejores en todos los aspectos: mejor profesional, mejor creativo, mejor novio, mejor amigo, mejor escritor.
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