Desde tiempos remotos siempre ha existido dos grandes oficios en la publicidad: el de diseñador y redactor; todos los conocemos y sabemos que cuando estos dos se unen bajo el mismo techo, trabajando en conjunto, compartiendo los mismos gustos gastronómicos a altas horas de la noche, se los bautiza con el nombre de Dupla. Ambos representan un rol importante dentro de una agencia de publicidad, uno decora visualmente enfocándose en cada detalle, mientras que el otro escoge las palabras más adecuadas para comunicar un mensaje. Pero en la actualidad ha ocurrido una evolución, o más bien, una adaptación a los nuevos cambios que se presentan en esta era, han surgido personas que realizan ambas funciones simultáneamente, es decir, un dos en uno. Diseñadores que utilizan Word y redactores que abren Illustrator. Aunque, como dijo una vez un gran director creativo y dueño de una de las mejores agencias del país: “Es más fácil que un diseñador aprenda a redactar, a que un redactor aprenda a diseñar” (razón por la cual en su agencia todos son diseñadores que han aprendido a cumplir la faceta del redactor). He escuchado de varios diseñadores que el entorno les obligó a incrementar sus aptitudes, a aprender nuevas técnicas que no estudiaron en la universidad, como por ejemplo: redactar un guión, un eslogan, titulares, cuñas, etc. “!Es que no puedo hacer eso, yo soy diseñador!” Era lo que decían algunos, así le sucedió a mi jefe, me cuenta que años atrás, el director creativo de la agencia en la que trabajaba, lo hacía escribir diariamente, partiéndole la cabeza con la creación de copys para cada pieza que diseñaba; gracias a eso llegó a convertirse en director creativo en menos tiempo de lo que se toman otros publicistas. Ahora, tomando en consideración la frase planteada anteriormente, ¿qué sucede cuando es el redactor el que debe aprender a diseñar? La cosa cambia un poco porque, por un lado, todas las personas comunes y corrientes escriben un número considerable de palabras en el trascurso de sus vidas: escriben mails, mensajes de texto, cartas, tweets, estatus en Facebook, ensayos de la universidad, etc., por lo que se sienten ligeramente obligados a escribir bien, con buena ortografía, coherencia, sintaxis y todos los elementos que pertenecen al arte de la escritura, incluso hay más probabilidades de mejorar la técnica si se la practica durante ocho horas al día, pero diseñar no es una actividad que la gente normal realiza constantemente. Y eso me pasó a mí. Llegué a mi nuevo trabajo con el objetivo de manejar las redes sociales de los clientes (ser un Community Manager), hasta que a los pocos días me encargaron realizar un flyer. No salió excelente, pero estaba aceptable (desde un principio logré llevarme bien con los programas de Adobe, pero hasta el día de hoy desconozco lo que es dibujar) y lo pudieron mejorar antes de enviárselo al cliente. Luego vinieron más y más requerimientos relacionados al diseño. Empecé haciendo formas geométricas, efectos, degrades, aprendiendo los comandos del teclado y, poco a poco, al parecer, fui mejorando la técnica gracias a los blogs de diseño gráfico, tutoriales y a las repetidas veces que mi jefe me decía: “Está bien, pero ahora púlelo”, y así, ahora cuento con un lápiz óptico del lado derecho de mi computadora, tanto en la oficina como en el escritorio de mi habitación.
AUTOR
Samir Issa
“Creativo publicitario que se graduó como redactor pero su contrato dice diseñador gráfico. Su mayor afición es leer (aunque casi siempre olvida el nombre de los personajes), escribir y pasear por la ciudad acompañado por una mochila en la que siempre hay un libro y una libreta. Está próximo a realizar el mayor de sus sueños: viajar por todo el mundo sin un ticket de regreso”.
Imagen cortesía de iStock
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