La publicidad es una industria que se encuentra en constante evolución con el objetivo puesto en impactar y captar la atención de los usuarios. Ahora, cada vez se busca menos el consumo pasivo de los usuarios, se busca que estos formen parte de la experiencia que les ofrecemos y sean parte de ella. Hace ya algunos años Pine y Gilmore publicaron un magnífico libro titulado “The experience economy” en el que desafiaban a sus lectores a darse cuenta de que pronto su foco de atención no serían ni los productos ni los servicios sino que, tal y como acuñó el profesor del MIT, Michael Schrage, el futuro pasa por vendernos experiencias. Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía en 2002 demostró que nuestra memoria emocional toma el relevo de la memoria de los hechos. Ahora que comenzamos a comprender que las emociones conceden un mayor impacto que los hechos ¿Por dónde pasa el futuro? Es el momento de plantearse el abandonar la zona de confort y trabajar con competencias como el comportamiento humano, la pasión y las emociones. La gente no sólo aprende a través de datos sino que existe un universo mucho más amplio donde el aprendizaje deriva de las experiencias vividas. Nuestro objetivo debe ser el de ayudar a construir a los usuarios una poderosa memoria emocional basada en las experiencias que podamos ofrecerles. Este es tan sólo un breve resumen con pinceladas de la revolución que está viviendo la publicidad y un claro indicativo de que el interés y el recuerdo de las personas no sólo se generan a través de consignas y medios estáticos. Las personas, nuestros clientes, tienen que ser partícipes de la co-creación activa proporcionándoles una experiencia que no se dirija solo a su intelecto sino también a sus sentidos y emociones. Imagen cortesía de iStock
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