Todos tenemos claro que aunque el tiempo se desplace a 60 minutos por hora, la percepción que tenemos de él es muy relativa, dependiendo de la situación que estemos viviendo en cada momento. Una vez más estamos frente a una balanza que debería darnos idea sobre cómo comportarnos ante una relatividad que es cognitiva, aunque no real. Somos meros observadores y sufridores del paso del tiempo pero aun así pensamos, siendo fieles a nuestro absurdo egocentrismo universal, que nos pertenece acuñando frases curiosas como “no tengo tiempo para nada”, “si tengo trabajo, el tiempo pasa más rápido” o “tuve un problema que me robó el tiempo que tenía”. Si nos sentamos a analizarlas las sentiremos incluso graciosas, pero estamos tan acostumbrados a ellas que nos dedicamos a crear de nuevas. Y al final, como siempre, todo es consecuencia de darnos cuenta, de forma inconsciente pero real, que no tenemos nada de universales y que nuestro egocentrismo es ridículo cuando vemos que somos meros seres de paso. ¿No pensáis que es más gratificante asumir quiénes somos y vivir con coherencia frente a nuestros iguales que querer ser otra cosa y sentirnos insignificantes cuando nos dan en la cara? Somos relativos para el tiempo como el tiempo lo es para nosotros, por ello debemos viajar con él y ser conscientes en cada momento de dónde estamos. Hace tan sólo 15 años, un profesional que vivía inmerso en varios proyectos a la vez para intentar desarrollar alguno de ellos era tomado por necio e irresponsable. “¿Cómo es posible que no busques un sueldo fijo a final de mes? No ves que “el que mucho abarca, poco aprieta”, lo dice el refranero”. Esas frases solían emanar de boca de esos “colocados de por vida”, los que llevaban ya 20 años en el puesto, enquistados físicamente y creyentes de su verdad cual sectarios y prematuros jubilados en vida. ¿Y su nivel de trabajo? Mejor no hablar de ello, los tiempos eran buenos, todo salía solo y con poco esfuerzo. 15 años después, muchos de esos “sabios de juguete” han visto como la empresa que veían como suya ni siquiera los ha tenido como números al darles el número de la oficina de desempleo más cercana. Otros muchos de ellos han tenido la suerte de ser relegados a su mismo puesto profesional con suculentos recortes de sueldo y con no menos suculentos incrementos de jornada profesional. Y el resto de ellos están recordando a diario, al acostarse y despertar, que su destino profesional actual es aquel que criticaban y despreciaban mirando a los ojos de los amigos que los desempeñaban por gusto y conocimiento. Se dice que “el tiempo pone a cada uno en su sitio” pero no, en realidad somos cada uno de nosotros que nos colocamos en nuestro lugar al ir recorriendo nuestra vida profesional. El tiempo simplemente nos ve surfear sobre él y en muchas ocasiones, muchas, se ríe y con motivo. Porque somos relativos. Porque el que se crea mejor que otro puede pasar a pedir ayuda a ese mismo otro. Porque el que ahora se queja de lo que tiene no tiene la dignidad de pensar en quien no lo tiene ni la vergüenza de guardar silencio por todos los “consejos” que impartió desde la prepotencia apoyándose en un conocimiento precario y falso. Porque el tiempo es lineal hacia delante, ni se detiene ni se invierte. Hay personas que tras 15 años están estáticas cuando hacer balance de estos 15 años debería dejarnos extáticos. Y ese cargo de conciencia global debería servirnos por si el carácter cíclico de la existencia personal y profesional y ese curioso gusto de Universo por tender a la entropía hace que dentro de 15 años haya una situación radicalmente diferente a la actual, hecho que por otra parte todos deseamos. Tener una comprensión adecuada del tiempo, no sólo hacia la frialdad e invariablidad de su flujo sino por asimilar cómo fluimos sobre y a través de él, debe crearnos un escenario humano y profesional de respeto y comprensión por los demás, de análisis emocional de la situación y de inquietud por colaborar, compartir y compensar. Somos relativos. Lo que me tocó a mí le tocará a otro y viceversa. Hoy estoy y mañana no. Si respetamos el flujo del tiempo debemos respetar el flujo de las personas. El que desacredita a alguien por vivir ahora una determinada situación no entiende que él puede ser el siguiente y que cuando llegue ese tiempo, el tiempo no le dará tregua ni capacidad de reacción. Herbert Spencer escribió “tiempo: lo que los hombres siempre tratan de matar, pero acaba por matarlos”. Más claro, agua. No se nos ha dado tiempo, nosotros hemos sido entregados a él. Respetémonos como personas y profesionales para que esa bajada por rápidos sobre el tiempo que se llama vida sea lo más digna y emocional posible.
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