Sábado 10 de la mañana, salimos volados rumbo al Centro Nacional de las Artes para nuestra segunda clase del taller de Técnicas del dibujo artístico.
La clase de hoy consiste en terminar un dibujo que iniciamos el sábado pasado. Papel guarro y crayones de óleo que bien trabajados dan la impresión de un óleo “de verdad”. Yo estoy en lo mío. En el salón circular están dispuestos 20 restiradores distribuidos en 2 pisos. Intento hacer mi dibujo digno de kinder 2 mientras los demás alumnos hacen cosas mucho mejores que las mías, pero no dejo que eso me desanime. De hecho a mi lado está Sofía, que con una destreza de maestra, hace el dibujo de un pelirojo flaco, con un saco negro, lentes y un bastón amarillo. Sobra decir que los alumnos inscritos en esta pequeñísima muestra de artistas, son bastante sui generis. Por ejemplo, la semana pasada habíamos conocido a Elsa, una mujer ya entrada en años que tiene las mismas nociones de dibujo artístico que yo de física cuántica. Elsa se pasó recorriendo el salón admirando los dibujos de todos rematado con su frase “yo dibujé un burrito”, que al ojo del espectador no experimentado, podía ser un perro o una casa. Pero bueno, acá venimos a aprender, no a juzgar. Lo que sí no puedo negar es que viendo los trabajos de Elsa, uno siente que su camino en el arte avanza como sprint de Usain Bolt. El caso es que este sábado conocimos a otro personaje: una mujer de entre 18 – 20 años de apariencia bastante insignificante. Anteojos del tamaño de pizzas familiares, el cutis librando una pelea en contra de 100 barros y un estilo de vestimenta ochentero como de tienda de segunda mano. Hagan de cuenta Vilma Dinkley de Scooby doo, pero en nerd. De pronto, Sofía se me acerca y me dice en secreto: – ¿Ya viste lo que hizo la de rojo? (Vilma traía un saco/suéter/batón rojo) – No, por? – ¡No manches, está del nabo! La verdad es que yo estoy en el curso porque quiero dibujar más y mejorar lo poco que sé de dibujo, en realidad no estoy ahí para sentir que yo soy mejor que nadie dibujando, así que, aunque me divierte hacerme cómplice de mi adolescente para “bullear” en privado a los demás participantes del taller, en realidad yo lo que quiero es concentrarme en mi trabajo y no en el de los demás, así que no hice mucho caso del comentario de mi mordaz hija. Al cabo de unos minutos, me acerqué a la maestra para preguntarle si mi dibujo iba tomando el camino correcto. Yo sentía que estaba haciendo el trabajo de un niño de tercero de primaria, así que de verdad tenía que pedir algún consejo. Justo cuando me le acerqué para preguntarle qué carajos podía hacer para que se viera menos feo, de atrás, con movimientos felinos apareció Vilma que, al ver mi dibujo soltó una palabra con su diminuta y aguda voz. “Impresionante”. Mi inmamable yo interno dijo “a huevo”, una más que se impresiona. ¿Se acuerdan que les había contado de Elsa? Bueno, pues ella ya me había felicitado por mi dibujo del sábado pasado, lo cual había hecho que mi ego se sintiera muy bien. A decir verdad, creo que el dibujo de la semana pasada sí me quedo decente (luego lo pongo para que me digan si tengo razón o de plano estoy ya bien menso). Así que pensé “bueno, van dos semanas que me llevo un elogio”. Claro que también pensé que no valían tanto la pena viniendo de las peores alumnas de la clase, pero en fin, vuelvo a repetirlo yo estoy ahí para mejorar mi dibujo, no para que me aplaudan. Regresé a mi restirador a seguir las indicaciones que me había dado la maestra y Sofía desde su lugar volvió a hablarme en voz baja. – Papá! Chhht!, Papááá! – ¿Quéééé? – ¿Ya viste el dibujo de la de rojo? – ¡Que no! Ahorita voy Y bueno, ante tanta insistencia, no tuve más remedio que acercarme sigilosamente hacia el lugar de Vilma par ver su dibujo. Como ya casi era la hora de la salida, pensé que distraerme unos minutos de mi trabajo no iban a hacer una diferencia en “la obra” y si ya el burrito de Elsa nos había divertido, ahora Sofía y yo nos íbamos a dar vuelo con el de Vilma. Lentamente comencé a ver los dibujos de los demás: la caricatura de un pulpo muy linda, una mariposa súper detallada y poco a poco me acerqué al restirador de Vilma para descubrir lo suyo. Apenas alcancé a ver la mitad de su dibujo y rápidamente busqué la cara de Sofía. Ella me veía con los ojos bien abiertos y una sonrisa que claramente decía “caíste”. Yo, le contesté en silencio con quijada en el suelo y los ojos más abiertos que he tenido nunca. Resulta que el dibujo de Vilma, era un Tintoretto, un Caravaggio o de menos un Tiziano. Impresionante era la palabra que describía su “dibujo”. Estiré el cuello para ver si alcanzaba a observar mayor detalle y sí: los barcos, los claroscuros de las nubes, el agua, todo era una maldita obra de arte. Miré nuevamente a Sofía que a lo lejos y sin volumen, viéndome a los ojos me decía: – ¿Qué hija de puta, no? Yo lo único que podía pensar era como Sofía me la había aplicado y yo había caído redondito. Claro, me dejé ir por preconcepciones estúpidas y juzgué al libro por su portada. La mujercita insignificante de pelo sin lavar de 5 días y personalidad gris, es una fucking máquina artística. Sólo una palabra me viene a la mente para describirla: Impresionante. Que ahora que lo pienso y al ver mi dibujo, estoy seguro que me lo dijo para burlarse la muy cabrona. Qué bueno que no me lo dijo después de que la descubriera porque, en vez de ayudarle a mi ego, me lo hubiera destrozado. Impresionante, es que juzguemos a la gente sin conocerla. Impresionante el talento de esta niña. Impresionante como me hizo caer Sofía. Impresionante, lo mucho que me falta para acercarme al genio artístico de Vilma. Así que bueno, seamos felices y no juzguemos a la gente por lo que aparenta. Imagen cortesía de
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