Somos como un cardumen de peces en el océano, como una manada de cebras en el África o como una bandada de pájaros en la playa, siempre buscamos sobrevivir y la mejor manera de hacerlo es en manada. Cuando estamos en grupo nos fortalecemos, nos volvemos unidad, y resistimos más, somos por naturaleza socialmente instintivos, si estamos en peligro nuestra herencia reptil aflora, no pensamos mucho, sentimos bastante y actuamos rápidamente. Los seres humanos apelamos a la conducta gregaria de manera natural porque nos da la sensación de protección y pertenencia. Hoy en día buscamos sobrevivir socialmente, ya no somos presas de grandes depredadores, queremos huir y protegernos del juicio, de la exposición y el señalamiento, queremos ser parte de algo, de un grupo, de una entidad, de cualquier cosa que nos represente, que nos incluya y haga sentirnos tranquilos muchas veces sin dirección planificada. Nos gobiernan las emociones, siendo estas las que determinan muchos de nuestros actos, nos volvemos predeciblemente irracionales buscando reducir el peligro para sí mismos y cayendo fácilmente en sesgos cognitivos. Desde las primeras prácticas de propaganda y relaciones públicas hasta nuestros días el efecto arrastre se ha convertido en un gran aliado de las estrategias para impactar al consumidor a conveniencia, sumado a esto, un adecuado estimulo emocional permitirá cumplir fácilmente los objetivos trazados, es por ello que la culpa, la vergüenza y el miedo, siempre serán excelentes motivadores de conducta. El ejercicio persuasivo requiere de extrema sutileza para lograr que el consumidor sienta que no está perdiendo el control de la situación, que sienta que con cada decisión está ganando y liderando su entorno. En definitiva, la evolución es conveniente para el marketing, solo se requiere una adecuada comprensión de las estructuras que gobiernan la conducta de los individuos y el reconocimiento de referentes con los que el consumidor fácilmente se pueda identificar para poder seguirlos. Entonces cuando una marca es presentada de forma adecuada a los consumidores, con una promesa de venta enmarcada en el sentido de adopción y pertenencia, termina representando la posibilidad de sobrevivir socialmente, el individuo va querer ser parte de ella, seguirla y adoptarla como propia sin importar a donde le lleve esta. Imagen cortesía de iStock
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