… es porque no es un cuento. Y porque viene mucho a cuento. Aladino encontró una Lámpara Maravillosa que le ligó a un Genio que atendía sus deseos acudiendo a sus órdenes con sólo frotarla. Pero esto si es un cuento. Hoy día, muchas empresas parecen lámparas mágicas en rebajas, en ellas hay más de un “genio” que aparece sin tener que frotar y que en lugar de otorgar deseos, los quitan. Y por desgracia, esto, no es un cuento. El Genio de la Lámpara poseía el don de conceder deseos, de ahí su extrema tranquilidad en el discurso y su parsimoniosa atención al Amo en los deseos solicitados. La seguridad en él mismo y en su conocimiento le dotaba de un aura de poder y todo en un orden lógico. Pero muchos de los llamados empresarios actuales están reinventando el cuento al revés. Una falta de conocimiento propio los posterga, de inicio, al oscuro mundo del miedo a no ser reconocido como “jefe”, un mundo oculto y difícil de gestionar donde sólo él ve todos los fantasmas que le acosan. En este momento un vacío los invade y la necesidad de retomar visibilidad los transforma, abrazándose por necesidad a lo único que tienen por decreto o herencia: el poder adherido. Por el contrario y ya de puertas afuera, acudir como empresa externa a tratar una propuesta de negocio te enfrenta con la imagen opuesta. De pronto nos vemos enfrentados a un “genio de botella de plástico” que transmite un aire de superioridad alejado en concepto de las necesidades de empresa que a posteriori son detectadas. Es increíble cuántos “genios” desconocen los entresijos de su lámpara. Desconocer es lícito y en ocasiones es una oportunidad de crecimiento si se atiende con diligencia y sentido común, pero cuando el poseedor del desconocimiento se siente arropado por su trono y ha desarrollado una coraza frente a su mundo de miedos, nos encontramos frente a un individuo falto de casi todo que es capaz de contradecir tus conocimientos o de no aceptarlos si su vecino de enfrente los desconoce. El terreno es abrupto, resbaladizo y traicionero y por desgracia, uno no aprende a superarlo por muchas veces que lo recorra. ¿Qué hace que no se nos escuche al aportar valor a una carencia manifiesta? ¿Por qué proponer una insulsa competición donde el premio es perder valor futuro de empresa? Las balanzas emocionales no son fáciles de calibrar y los “genios” sin lámpara desconocen el funcionamiento de los contrapesos. Una empresa es una propuesta muy seria, una estructura humana enfocada al negocio donde la especulación, la soberbia y la prepotencia conducen al desastre. Y uno de los contrapesos no entendidos que más dañan es que si el que se equivoca es el jefe no pasa nada. Esa omnipotencia va contra la lógica del error que por mucho que se quiera disimular, es error aquí y allí, en blanco y negro o en color y no depende de quién sino de qué y cómo. De ahí la inconsistencia en dotar de impunidad al dirigente o, más grave aún, en entender que la posee. ¿Recordáis haberos sentido como un cuentacuentos infantil por la desatención de un verdadero personaje de cuento? Pero claro, el miedo al desconocimiento mezclado con el poder momentáneo de ser el mandamás es un destilado imposible de beber. Uno debe saber si va a contar un cuento o si va a que le cuenten uno. Pero cuando hablamos de empresa no hay cuentos que valgan, no hay deseos que solicitar entregados de gratis por un Genio de verdad ni lámparas que frotar. El responsable de una empresa no puede sucumbir a la soberbia de pensar que su negocio no necesita nada cuando los papeles que lleva en su maletín en su visita diaria a su oscuro mundo de desconocimiento vienen repletos de cruces rojas. Las empresas de servicios son empresas como las que las reciben. El mercado necesita oxígeno, agua en botella que refresque el tejido y no falsos genios dentro de ellas que pugnan por empujar fuera de ellas a las que igualmente que ellas, necesitan de su conocimiento. Y al final, lejos de personalismos pero sí atendiendo a profesionalismos, esperamos que esos “genios” tengan que ir a muchas clases de recuperación en sus oscuros mundos de ostracismo, en esos momentos de soledad interna en los que nadie les ve, cuando no pueden engañar a nadie y menos a ellos mismos. Porque al final siempre sacamos una conclusión aunque falta de resultado para el invitado a la lámpara en muchas ocasiones: si no te gusta lo que te cuento, es porque no es un cuento.
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