Edward de Bono en su libro How to have creative ideas, afirma que el cerebro está diseñado para «no ser creativo». Que si así lo fuese, la vida sería imposible. Y para completar tal sentencia, nos regala un ejemplo de la vida cotidiana; de Bono asegura que con once prendas de vestir para ponerse a la mañana, existen 39.916.800 maneras de combinarlas. Si un individuo probara una nueva forma de vestir cada un minuto, necesitaría vivir hasta los 76 años y pasar todo su tiempo de vigilia ensayando formas de vestirse. Es el momento que entre en escena la heurística, el protagonista de esta columna. La heurística trata sobre las normas cognitivas que cada uno de nosotros tenemos incorporadas. Se refiere a técnicas de solución de problemas o estrategias para aprender algo que están basadas en la experiencia y que usamos para solucionar algo mediante un atajo mental y así evitar la sobrecarga cognitiva que significaría procesar cada decisión a tomar. Generalmente, las heurísticas son útiles y fundamentales, sin embargo, pueden jugarnos una mala pasada o trampa. El cerebro siempre ofrece una respuesta; está como obligado a dar solución, aun cuando es posible de suscitar error. Los atajos que nos permiten seguir adelante con tranquilidad todos los días son los mismos que nos pueden hacer tropezar con nuestros juicios y decisiones ordinarias. Heurística llega a nosotros a través del griego y tiene que ver con descubrir o encontrar. La heurística ahorra tiempo, mucho tiempo, lo que la convierte en un aliado de nuestra vida multitasking. Recuerda que al cerebro le encanta ahorrar la mayor cantidad de energía posible. Formar patrones estables y accionar el pensamiento reproductivo. Las heurísticas no son ni buenas ni malas. Lo que puede ser correcto o incorrecto es su aplicación. Al igual que con la creatividad, el hecho de que no haya respuestas correctas no significa que sirva cualquier respuesta. La respuesta debe satisfacer el o los requisitos del ejercicio o foco. La heurística más común y básica es el ensayo y error. El sentido común es otro atajo mental que ponemos en práctica a menudo para llegar a una solución de manera inmediata. Otra heurística es la corazonada educada, que refiere a los conocimientos previos que tenemos sobre un tema para dar una respuesta rápida haciendo un barrido de lo que sabemos. La heurística de disponibilidad tiene que ver con lo primero que viene a la mente. La heurística de afecto se relaciona con la primera impresión que nos da algo o alguien. Aprovechamos la heurística de autoridad cuando hacemos propios conceptos o palabras de alguien al que consideramos un experto en un tema. Convivimos con la heurística de representatividad que alude con las características de un grupo. Existen muchas más, pero las mencionadas podemos considerarlas las principales. ¿Cuándo debemos usar heurísticas? En el marco de la creatividad, cuando hay poco tiempo para tomar una decisión y necesitamos un acceso directo para decidirlo o también cuando disponemos de escasa información respecto al tema que estamos tratando. Las heurísticas, en algunos casos, pueden ser contraproducentes al pensamiento creativo, pero nos echan la mano constantemente para resolver decisiones de la vida cotidiana. Nuestro cerebro, contento. Imagen cortesía de iStock
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