A menudo, cuando se habla de creatividad la conversación adquiere un aire misterioso y místico, como si a la situación que estamos viviendo le hubiesen puesto un filtro dorado y primaveral, de esos que abundan en las fotos de hoy en día. Se suele hablar de ella como un don innato que solo algunos privilegiados poseen. Para mí, no hay mayor error que pensar de esta manera. ¿Qué me decís entonces de los niños? No hay ser más creativo e imaginativo que un niño, con tan solo una caja de cartón y un palo es capaz de convencerse a si mismo y a todos sus amiguitos de que están viviendo la mayor aventura pirata jamás contada. Cuando somos niños somos pura creatividad, cada acto cotidiano podía ser una aventura: desde la hora de salir de la cama cual espía sin ser vistos por nadie para poder ver la televisión, hasta la hora del baño por la noche, cuando luchábamos contra un maligno pulpo gigante que quería llevarnos con él a las profundidades marinas. Cuando somos adultos nos planteamos si la creatividad se puede aprender y ejercitar. Creo firmemente que sí, por que si alguien no es creativo es por que le hicieron desaprender a serlo. Desde pequeños en el colegio nos enseñan lo que es correcto y lo que no, y eso estaría muy bien si pasásemos por alto el detalle de que la creatividad se meta en el saco de lo no correcto. Nos enseñan que la seriedad es buena, que la imaginación y el humor hay que dejarlo para los momentos adecuados, y que desde luego, las aulas no son un lugar en el que convenga hacer uso de ellos. También nos enseñan que la curiosidad está bien hasta cierto punto, que preguntar todo lo que no entiendes no es bueno, porque claro, puedes cansar y malhumorar al adulto que te acompaña con tu insistencia. Estas ideas que se establecen en nuestra mente desde que somos pequeños, y que en mi opinión son totalmente contrarias a la creatividad y a su desarrollo, crean niños inseguros, que a menudo prefieren no preguntar por no hacer el ridículo. ¿Cuántos profesores habéis tenido a lo largo de vuestra vida que se quejasen de la poca colaboración e interacción de sus alumnos? Si lo que buscas es fracasar, jamás asumas el riesgo. Es cierto, si no alzas tu voz y das tu opinión o simplemente no preguntas, jamás te equivocarás ni te pondrás en evidencia. ¿Suena seguro no? Ahora piensa cuántas veces has oído eso de “de los errores se aprende”. Sí, puede que la comodidad y la seguridad que te otorga mantenerte en tu zona de confort sean muy tentadoras, pero piensa lo terrible que sería perder la oportunidad de aprender por ese miedo a equivocarte. Todo estas pautas tienen como finalidad que seamos personas serias y que “seamos algo el día de mañana”, como tantas veces he oído decir. Como enuncia la Teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, existen ocho tipos de inteligencia (lógica, lingüística, corporal, musical, espacial, naturalista, interpersonal e intrapersonal), sin embargo, es una lástima que en las escuelas se olviden de enseñar a desarrollar muchas de ellas y que algunos niños sientan que no son inteligentes porque no les estén enseñando a desarrollar el tipo de inteligencia que en ellos predomine. Para ser un creativo publicitario hay que olvidar todas estas premisas establecidas. El verdadero creativo es el que, en el fondo, nunca dejó de pensar como un niño. Como dijo Einstein, “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”. Por lo tanto, para mí, lo más importante es ser siempre un niño grande, ya que para los adultos lo de divertirse es un tema tabú reservado a momentos familiares y amistosos. Esto conlleva nunca perder la curiosidad, tener ganas de conocer un poquito de cada mundo al que te puedas acercar. Sentir curiosidad por las personas diferentes, porque en el fondo son las que nos enriquecen y aportan nuevos matices a nuestra foto de la realidad. Jamás dejar de preguntar, de investigar, de estudiar y de aprender de cada oportunidad que nos brinde la vida. Ligado a la curiosidad, el ser un buen creativo también conlleva tener una capacidad de observación que el resto de humanos no tiene. Raramente se trabaja solo con un producto o en un único sector laboral, por ello hay que observar cada nuevo negocio con el que trabajemos. Hoy pueden ser manzanas, mañana tecnología y al otro una bebida energética. Por ello conviene apartar de nuestra vida la pereza, ya que cada día puede ser un nuevo reto y una nueva oportunidad de conocer otro mundo. También creo que es vital saber trabajar en equipo y tener uno en el que poder confiar. Son muy pocas las veces en las que un creativo trabaja solo, por lo que tener un equipo que sea como ese colchón al que te lanzarías sin pensarlo cuando el edificio está en llamas, es fundamental. En un equipo creativo no deberían tener cabida las mentes cerradas ni la tensión, cada miembro se tiene que sentir libre de decir todo aquello que le parezca interesante, porque solo así surgen las buenas ideas. La paciencia es también una gran virtud del creativo publicitario. Las ideas pueden llegar en cualquier momento, pero habitualmente no cuando se necesitan. Es importante saber despejar la mente cuando se necesita una idea que no llega, porque si desesperas la creatividad se esconde. Como me enseñó un gran profesor este año “para aterrizar antes hay que volar”, refiriéndose a que era imposible que aterrizásemos en un buen concepto creativo si antes no dejábamos volar nuestra imaginación. Por ello creo que ante este tipo de bloqueos lo mejor es relajarse, tomar el aire, dar un paseo, ir con el equipo a tomar algo y tener una charla más relajada, pensar en otras cosas. Lo que en principio puede parecer una locura puede ser un diamante en bruto al que solo le falta ser pulido por un buen equipo creativo. Como habéis podido ver, la creatividad no es un poder divino ni un don innato. Se podría decir que es una filosofía de vida, una manera diferente de ver el mundo, desde una mente completamente abierta a lo que éste le depare.
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