Es un tópico que muchos de los primeros post de vuelta al trabajo después de vacacionales versen sobre lo difícil que es el hecho de retomar la rutina diaria. Por eso, como seguro que habéis leído más de uno no hablaré de las vacaciones y la vuelta al trabajo, porque en realidad no deberíamos sentir lástima o añoranza por las vacaciones pasadas sino pena real por tener que volver a un trabajo que nos induce dichos sentimientos. Sí, lo sé. Por poco que nademos por la superficie de Internet encontraremos decenas de referencias textuales y gráficas al clásico “si trabajas en lo que te gusta, jamás trabajarás”. Pienso que pocas personas pueden acuñar esta frase como fiel reflejo de su situación profesional y que una gran mayoría la consideran una falacia referenciada a su desgraciada vida profesional. Quizás no es tanto ni tan poco. Quizás hay que buscar un término medio. Crecemos con la idea, heredada e inculcada a posteriori, de que tenemos que ganarnos la vida cuando la vida se nos ha regalado para que la disfrutemos. Trabajar para vivir y vivir para trabajar no es lo mismo. E ir a trabajar o ir al trabajo, tampoco. A nadie le gusta ir al dentista. Ni al oculista. Ni hacer el servicio militar cuando se usaba. Pero la vida, esa que nos han regalado para disfrutarla, viene plagada de cosas que no queremos hacer pero que sí debemos. Por eso es menester minimizar lo no deseado y buscar lo ansiado en un intento por mantener el objeto de nuestro regalo: el disfrute de vivir. El trabajo es una balanza, en un plato está el empresario y en otro el trabajador. ¿Y quién es el valiente que equilibra ambos platos con justicia? ¿Será que la Justicia es ciega porque no quiere ni ver ese marrón? En realidad no lo es pero no será ella la que se quite la venta ante semejante cuadrilátero a la espera del combate. Pero en realidad, todo depende de ese equilibrio. Ver las cosas desde nuestro lado del cristal es la posición de vida que tenemos pero somos más que capaces de ver que hay alguien al otro lado del cristal. Cuando nos llaman por teléfono a nadie se le ocurre quedarse en silencio porque sabemos que al otro lado hay alguien. Y eso que no le vemos. Pero sí vemos al que está al otro lado del cristal, no seamos cobardes porque también nos ven a nosotros. El consenso inteligente, la coherencia humana apelando a las emociones y el sentido común aplicado son aspectos que ayudarían a la Justicia a quitarse la venda de los ojos y echarnos una mano, que como Deidad que es no estaría nada mal en muchísimos casos. Nadie puede tener siempre la razón, partiendo de ahí la balanza empieza a moverse cediendo peso hacia el otro plato. Si somos profesionales, el sentido común tiene que permitirnos entender que el otro plato está lleno de argumentos serios y conocimiento. Y amparando ambos preceptos, abrazamos al consenso y lo hacemos nuestro, quedando la balanza en un equilibrio ya que necesita mantenimiento diario. Si aplicamos esta premisa macroscópica de base y concepto a nivel microscópico, el ansia de volver de vacaciones que nos invade sería mucho menor, sin duda. Porque el malestar de volver al trabajo no es por recordar el goce de las vacaciones sino por regurgitar los ácidos de antes de ellas. Por eso no son las vacaciones, es el trabajo. ¿Por qué los empleados de PIXAR no tienen contrato? Porque los responsables de la empresa decidieron en su momento que allí trabajaba quien realmente tenía ganas, ilusión y capacidad para hacerlo, por voluntad propia y disfrute de su momento. Y es una compañía que lleva más de 30 años produciendo material de excelsa calidad. ¿Alguien se imagina este modelo en nuestro país? ¿En serio? Porque en ese escenario, el trabajo es el de cada uno. Como empresario por la responsabilidad que tiene con sus trabajadores, que son familias, y con la lucha por ser sostenible. Como trabajador por cumplir con su día a día defendiendo sus condiciones y aportando sus valores y conocimiento. La queja sostenida y hasta el insulto tras la espalda del jefe, las desacreditaciones de los compañeros ausentes por ganar una posición en la parrilla de salida, la pereza que nos convierte en incompetentes, consecuencia de tener que desarrollar una profesión que no nos gusta pero que, seamos serios con nosotros mismos, no tenemos otra y por algo debe ser. Vivimos en constante ansia por defender nuestro yo, nuestro ser personal y profesional frente a quien nos paga por miedo a ser despedido. Según se dice, la cultura del miedo en el trabajo hace unos siglos que dejó de estar de moda. ¿Estamos seguros de ello? ¿Seguro? Para salir de una crisis necesitamos un escenario, como poco, opuesto al descrito. Trabajamos bajo mínimos propios, acostumbrados a dilatar el tiempo para evitar recibir más trabajo y apegados a falsas medias verdades sobre nuestro conocimiento para no quedar mal. Pensamos que ser contrincante de nuestros compañeros es la forma de promocionar cuando en realidad la compenetración y el apoyo hace equipo y el equipo, lleva a la promoción. Hay normas no escritas pero muy seguidas que rozan el absurdo, como que quedar bien delante del jefe saliendo el último de la oficina es mucho más rentable que hacer bien tu trabajo. ¿En serio? ¿En 2015? Y lo triste es que en muchas ocasiones, funciona. Todos necesitamos trabajar, es una verdad universal, pero convertirse en un siervo de nuestro día a día perdiendo la franqueza con nosotros mismo por no perder el trabajo, sólo nos conduce a perder el trabajo. Debemos adquirir conciencia sobre qué estamos haciendo con nuestra vida profesional porque nuestra vida personal tiene mucho que ver con ello. Persona y profesional es un vector de dos sentidos, el profesional es el reflejo de mi persona pero a la vez mi persona se ve influenciada por mi yo profesional. De ahí la ya consumida frase “es que me llevo el trabajo a casa, no desconecto”. No seamos cobardes y asumamos que muchos de esos escombros los llevamos con nosotros cada día al trabajo y nos llevamos más de él al volver a casa, por eso tres o cuatro días antes de volver de vacaciones, muchos de vosotros ya mal pensabais en la vuelta. Porque asumir y adquirir conciencia es el primer escalón de una escalera que nos lleva al rellano de ser mejor persona y, por ende, mejor profesional. Ser un profesional es ser competente con tu persona y profesión, es buscar tu excelencia en tu trabajo siendo mejor mañana que hoy, es ser equilibrado con lo que piensas, lo que dices y lo que haces y respetarte como persona para que el resto de mortales te respeten como profesional. Y si no nos adaptamos, perderemos. Por ello, aunque las vacaciones durasen 15 años en lugar de 15 días, el resultado sería el mismo porque no son las vacaciones, es el trabajo.
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