El café siempre ha sido un fiel acompañante en toda mi vida, suena cursi y romántico, pero es una realidad. Desde muy niño tuve contacto con esta bebida, el aroma del café recién colado era el perfecto complemento al despertar. Podría decir que en casa nunca hizo falta nada, y mucho menos nos hizo falta café. Un ejecutivo de una importante empresa, caballero de unos 75 años promedio, durante un desayuno al que ambos asistimos, luego de escuchar que la inmensa mayoría pedían capuchinos, mokas, deslactosados, descafeinados, con espuma, sin espuma, con crema irlandesa, con crema descremada, y quien sabe cuántas otras cosas más, le pide al anfitrión que le traiga un café tal como lo indica las letras que conforman la palabra: Caliente, Amargo, Fuerte y Espeso. Café. Llegó mi turno de ordenar y solo dije, -“a mi uno igual por favor”. Desde entonces aprendí como es que se toma un café. ¿Adicción? En 1994 se estableció que el café era químicamente adictivo. Posteriormente se incluyó el “síndrome de abstinencia por café” en la quinta edición del Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Desórdenes Mentales. ¡Para Todos? Doctores, diseñadores, marketineros, arquitectos, creativos, en fin, sin importar el oficio o profesión, una taza de café puede significar el inicio de un muy buen día, de una gran cita, o de una grandiosa idea. Así que, cuando le pregunten, ¿más café?, con gusto responda, sí, una taza por favor!. Imagen cortesía de iStock
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