Un vehículo Ferrari es un sinónimo de fuerza, es un carro que impone, la primera y única vez que manejé una cosa de esas fue un modelo California de 453 Caballos de Fuerza, su dueño me dijo “esta bestia acelera de de 0 a 100 km/h en menos de 4 segundos”, comprobarlo fue fascinante. Días después de esa experiencia y terminando la producción donde usamos el coche, al chofer responsable de la nave “se le olvidó” echarle gasolina, y entonces ahí estaba frente a mis ojos, hermoso, lujoso, imponente, pero sin poder rodar; estático, inmóvil, apagado. Un Ferrari sin gasolina, un verdadero desperdicio. Lo mismo pasa con un estudiante que es talentoso pero sin pasión, es un verdadero desperdicio, la pasión es la gasolina para el talento. Especialistas en la materia se refieren a “pasión” como “un sentimiento muy fuerte hacia una persona, tema, idea u objeto”, su etimología proviene del verbo en latín, patior, que significa sufrir o sentir, también la definen como “una emoción intensa que engloba el entusiasmo o deseo por algo”, eso es lo que tiene que vivir un estudiante, emociones intensas, entusiasmo, deseo por la carrera, pero también tiene que estar dispuestos a sufrir, pero sobre todas las cosas a sentir. Sin importar la carrera que se esté estudiando, el alumno debe imprimir pasión a su vida, debe arriesgarse, inyectarle deseo, ponerle entusiasmo, vivirla, sentirla, quererla, apreciarla, y claro, saber que habrá días en los que tendrá sufrir, pero que son gajes del oficio y que todo eso al final del camino se convierte en esa gasolina que mueve a esa magnífica máquina llamada talento, porque un estudiante talentoso pero sin pasión, es un verdadero desperdicio, tanto como un Ferrari sin gasolina: estático, inmóvil, apagado. Imagen cortesía de iStock
Comentarios