Si al leer este título tu primer pensamiento fue “¿y a mí qué carajos me importa lo que hayas decidido?”, debo decirte un par de cosas, pequeño ser enojón:
- Este texto va dirigido principalmente a aquellas personas que siguen estudiando y tal vez están claudicando al preguntarse si tomaron la decisión correcta. Espero poderles ayudar algo y que encuentren aquí la motivación para seguir o para buscar el camino correcto.
- Si decidiste abrir el link y estás leyendo esto, significa que por alguna razón te importa lo que digo, así que no te quejes y disfruta el viaje.
Dejando claros estos puntos, comenzaré a contarte mi historia. ¿Qué harás el resto de tu vida? Siempre pensé en el concepto de “trabajo” como algo que harás por 40 ó 50 años y que realmente debería gustarte para que no tengas que hacerlo con desesperanza o que te haga cambiar de rumbo y comenzar desde cero, (que por cierto, es válido y siempre estás a tiempo de hacerlo, solo que si lograras hacer clic con lo primero que elegiste, sería genial) por esta razón el pensar en “qué quería hacer por el resto de mi vida” fue una decisión difícil. Y es que lo difícil no es decidir “¿qué quiero ser?”, eso siempre es fácil, Puedes ser Director, Supervisor o Presidente de cualquier empresa en cualquier rama, el detalle es preguntarse “¿Qué quiero hacer en mi trabajo?”. Supongo que todo se aclaró con algunos puntos contundentes; entre ellos estaba que siempre he sentido amor por la imaginación, la creatividad, las ideas y el arte, pero por otro lado aborrecimiento por la burocracia, los procesos tediosos y la rutina ya que me aburro fácilmente. Pensándolo bien, pudo ser más difícil. Mi método más o menos fue como un diagrama de Venn, en el que integré tres puntos que debían conectarse para así decirme qué estudiar: ¿qué amaba hacer?, ¿qué se me facilitaba hacer y podría ser bueno en ello? Y por último, ¿qué me era rentable hacer? Coincidí que me gustaba comunicarme, aprender de todo y conversar, en la escuela era bueno en español, literatura, redacción y demás áreas relacionadas con mi inminente decisión. Decidí ser comunicólogo. Me adentré primero en el periodismo, pero todo me fue llevando a la publicidad ya que es donde pude plasmar ideas en un concepto, en un texto; en una pieza. Decidí contar historias Descubrí que adoraba relatar cuentos, inventar historias de cada situación por más sencilla que fuera, en ocasiones cómicas, otras tantas más dramáticas. Y esto no necesariamente significó que fuera bueno haciéndolo, pero con empeño todo se puede lograr. En la publicidad cuentas historias todo el tiempo, solo que una gran cantidad de veces debes contar una grande en un mensaje pequeño y conciso para después dejar que los demás desarrollen e imaginen lo que sigue, ahí encontré el encanto de esta profesión. Toda comunicación puede beneficiar a la gente, desde la informativa, hasta la persuasiva, es cosa de ver el enfoque correcto. Así comenzó el viaje, el destino fijado siempre fue el mismo: comunicar, aportar algo de valor en mi mensaje, además de que eventualmente mi trabajo tuviera un beneficio para los demás y para mí, perolo principal era amar cada día mi trabajo. Con la experiencia y las vivencias puedes saber con más exactitud cuál es el siguiente paso, es cuestión de empezar a “rodar”. Decidí contar esta historia y escribir mi propio guión. Tal vez mi libro apenas vaya en los primeros tomos, nadie lo sabe, ni siquiera yo, pero sé con seguridad que cada hoja relatada puedo leerla o volver a escribirla una y otra vez y me seguirá regalando la misma felicidad que cuando comencé. Sé ese personaje que te imaginas y visualizas como sinónimo de éxito más allá de lo superficial y verás cómo todo comienza a funcionar como un reloj suizo. Solo me resta preguntarte, ¿Qué historia quieres escribir? Imagen cortesía de iStock
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