Típico, estás en una fiesta, un restaurante, caminando por la calle, de compras o hasta en el pinche baño, y entonces pasa; te encuentras a un desagradable que solía ser tu compañero de la agencia que dejaste hace tiempo, y te hace la maldita pregunta: ¡¿Dónde estás ahora?! Y piensas: No mames, ni un hola me dices, pero quieres saber mi miserable vida. Hay que aceptarlo, todos tenemos y conocemos a los desagradables, esas personas que te recuerdan que estás en una “peor” agencia, porque aceptémoslo, siempre te preguntan porque saben que te moviste a un lugar más pequeño, menos reconocido y poco premiado. Entonces, para reafirmar su estatus de “chingones” empiezan a compararse. ¡Por favor! Esos golpes de pecho que se dan, esos falsos aplausos sólo son para una cosa: evitar sentirse mal (o peor) por seguir en el mismo lugar desde hace años. No siempre pasa, pero, muchas veces, te miden por el número de letras que tiene tu agencia, te juzgan por el número de premios y por las cuentas que llevas. Es ahí cuando te das cuenta que eres igual, maldita sea. ¡Así somos todos! Si tienes las agallas para defenderte, o la serenidad de ignorar los comentarios nefastos de los desagradables, muy bien, ya vas avanzando. Recordemos que ni el nombre de la agencia ni las cuentas y mucho menos los premios, definen tu creatividad. Muchos creativos (muy chingones) no han ganado un solo premio, ni trabajan en las mejores agencias, simplemente disfrutan su trabajo y lo pasan poca madre. El secreto está en definir, lo que para ti es el éxito, y creer firmemente que las cosas que has elegido, te están llevando a donde has deseado. O no, y quizá, esa historia te la has inventado porque no eres tan bueno como crees, ¿tú qué dices? ¿Será? Imagen cortesía de iStock
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