Cada vez que hago una pieza publicitaria sé que llegará a una gran cantidad de personas pero jamás tendré la seguridad de cuál fue el impacto real en sus vidas. Existen dos oficios, muy parecidos entre sí, en los que se deja una profunda huella en el individuo. El primero es ser padre y el segundo es ser profesor, yo tengo la suerte de ser ambos. Es curioso cómo pueden desarrollarse las cosas, siempre pensé que mi vida estaba en una agencia y resulta que la publicidad es un universo mucho más grande. En febrero de 2013 una amiga buscaba a alguien que la pudiera suplir en sus clases de redacción, yo había tenido la oportunidad de dar unas conferencias y unos seminarios de grado pero nunca una clase semestral. De todas maneras mi espíritu kamikaze me obligaba a aceptar el reto. Una vez recibí los contenidos de la clase, seguí el mismo proceso que sigo para crear una campaña. Mi cliente era la universidad, los contenidos de la clase fueron mi brief y los alumnos, mi target, así que solo restaba ponerse en la labor creativa. Lo primero que se me ocurrió fue que no debería calificar con notas, porque así los estudiantes se acostumbrarían a hacer exclusivamente lo necesario para pasar y no a ir más allá. Mi sistema se basaría en puntos. Puntos por trabajo presentado, puntos por participación, puntos por llegar temprano, puntos por ortografía, en fin, puntos por hacer todo lo que debe hacer un buen profesional. Lo segundo es que no sería simplemente una clase de redacción, debería ser una clase de creatividad, de estrategia, de investigación y de saber presentarle a un auditorio, ya que de nada sirve tener un copy bien redactado si no tiene un argumento detrás o no mueve emociones. En seguida habría que situarlos en mesa redonda y memorizar los nombres de cada uno desde el primer día, para que así la clase fuera algo más personalizado. Como los millennials son digitales, pues sería más fácil mantener el contacto con ellos a través de Facebook, a la vez que serviría como excusa para ponerlos a leer y a escribir, la única forma efectiva de aprender a redactar mejor. De aquel día en que 12 personas me confiaron su formación han pasado casi 3 años en los que he conocido diversas historias y me he convertido en parte de ellas. Más de 300 estudiantes me han manifestado su gratitud, para terminar ellos convirtiéndose en mis maestros de la vida. Dar clases es un privilegio y no debería ser tomado a la ligera, no solo he contado con la fortuna de ser un docente sino de haber tenido profesores de los que aprendí mucho. Hoy quisiera darle las gracias a ellos y también a mis alumnos de los que día a día aprendo más. Imagen cortesía de iStock
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