Se aproxima la época donde los regalos, la convivencia y felicidad, constituyen el común denominador para finalizar el año. Los matices rojos, verdes y azules empiezan a pintarse sobre los lienzos blancos de la paz y el mor. Claro, estamos próximos a concluir una vuelta más al sol y como es de esperarse; las compras se deben realizar. Las dádivas son muestras de amor y han pasado a formar parte de una tradición. Las pequeñas luces relampagueantes, los regalos y la estrella en la cúspide del árbol, son los indicadores de que formaremos parte de una cultura habitual. En efecto, los spots con campanas y cascabeles se harán sonar, la nieve descenderá a través de la comerciales, el señor barrigón de traje rojo y Rudolf; harán la entrada por la mente y corazón de las personas. La navidad es una época para compartir; y consumir. Una víspera tan esperada y anhelada para las marcas y creativos empezará. Las palabras eufóricas y los conceptos cimentados en amor, harán explotar los corazones del target mediante palabras e imágenes. Esto y más nos ha enseñado la publicidad; ver, sentir y vivir cada momento de vida. Son muchos los momentos vividos en navidad, y año tras año nos dejan recuerdos inolvidables. Aquel nuncio de televisión que hacía llorar, el “jingle” contagioso propagado por la radio, la foto familiar mostrada en impresos, y diversidad de interacciones a través de medios no convencionales, exacto; es tiempo de navidad, es tiempo de hacer publicidad. He aprendido que cada navidad trae consigo miles de sentimientos y emociones, pero detrás de todo ese contexto de magia y felicidad, se encuentra el trabajo arduo de muchas personas. Cada texto ha sido pensado con racionalidad y escrito con el corazón, las imágenes se encargan de trasmitir emociones; creando una atmósfera con la que el consumidor se siente identificado. Es el momento donde las familias se reúnen, donde el perdón alcanza los corazones, donde el amor es gritado a los cuatro vientos, donde la convivencia se hace presente, donde los abrazos son esperados, donde el amor es el mejor regalo que puedes dar, donde se tiende la mano al prójimo, donde no existen los regalos grandes o pequeños, donde no es necesario estar de cumpleaños para dar y recibir regalos, donde el espacio y tiempo no existen; es el tiempo donde la publicidad se hace presente para hacer de la navidad una experiencia de vida inolvidable. Y mientras el tiempo transcurre y las actividades se desarrollan, me pregunto: ¿qué sería de la navidad sin la publicidad?, en realidad; esta es una de las interrogantes que pocos nos hemos cuestionado. Aunque parezca el “grinch” de la publicidad, sólo bastaría imaginar por un momento como sería una navidad sin publicidad. Una navidad sin colores, sin regalos, ni sorpresas; sin magia y felicidad. No escucharíamos eso anuncios que impactan el corazón y enamoran la mente. El barrigón del traje rojo estaría sin trabajo y Rudolf ya no tendría la nariz roja. La celebración sería en vano y la ola de sentimientos no existiría. La nieve sería únicamente parte del invierno y una estación del tiempo; y no de una celebración. Es que el aporte de la publicidad a esta época es significativo, todo el trabajo de un año es condensado en una temporada, donde hasta los mismos publicistas respiran el espíritu navideño. Es una época donde la eficiencia creativa se vuelve notable y el compromiso con las personas y la marca; es para siempre. La publicidad me ha enseñado que la vida se ve, se vive y siente toda la vida”. Imagen cortesía de iStock
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