Este es el primero de mis relatos con Don Copy, un dude de aproximadamente 45 años de edad, tez morena, barba cerrada, con barriguita pronunciada y acento chilango que lo hacía parecer un profesor de español en primaria pública. Él fue uno de mis mentores en el periodismo y me enseñó algunas cosas que compartiré con ustedes, pues muchas de ellas pueden aplicarse en el día a día del haber publicitario, y sino, pues al menos conocerán un poco de la vida de este inusual personaje.
Hace algunos años, cuando todavía estudiaba en la universidad y mi dieta incluía gorditas de chicharrón de 5 pesos de dudosa procedencia, le entregué a Don Copy un artículo de “La cultura de los videojuegos en México”. Al principio todo iba bien, pues el profesor hacía muecas y sonidos de gusto mientras leía el documento, pero cuando empezó la segunda revisión fue cuando todo cambió, pues aquellos gestos habían cambiado por una cara de enojo que no tardaba en explotar con un sinfín de palabrotas. “Esto es un desm%&#, no tiene ritmo, no se escucha bonito, pues”, me dijo con su voz aguardientosa, a lo que le respondí: “pues no es necesario que se escuche bonito, basta con que esté bien escrito”… Sí, estas fueron mis últimas palabras, pues de inmediato me contestó: “ah, con que muy cabroncito, entonces párate enfrente del salón y lee el artículo de un solo jalón, ¡de uno solo!” De inmediato lo hice, y no pasaba ni el primer párrafo cuando me detuve de golpe, después, me dio un par de oportunidades más, en todas fracasé, pues leía y me escuchaba como Sammy intentando dar una conferencia de prensa sobre los procedimientos farmacobiológicos de la NASA. ¿Lo ves?, dijo Don Copy, no tienes ritmo al leer, entonces tu texto está mal escrito, ¿cómo quieres que otros te lean fluidamente y te entiendan si tú no puedes hacerlo? No les diré que acepté la lección con una sonrisa en el rostro, pues me avergonzó mucho aquella situación, sin embargo, Don Copy tenía razón, pues antes de que existieran tantas mediciones mamalonas, no había una mejor manera de entender al lector/usuario/comprador/target, que poniéndote en su lugar, y ¿qué mejor que imaginando que tú eres otra persona y que estás leyendo el artículo de alguien que se llama como tú? Este aprendizaje lo he aplicado en las diversas áreas donde he trabajado, ya sea revisando un artículo, un informe, un libro o un simple post, siempre lo leo en voz alta o hago que los miembros de mi equipo lo hagan, pues además de detectar errores en el texto, también sirve para desinhibirte y conocer al cien tu propia creación. Así es mis estimados publicistas, desde entonces, no me importa que las chicas de cuentas me vean con cara de ¡Qué oso! Pues prefiero leer en voz alta cada vez que escribo algo, no vaya a ser que mi copy no se escuche bonito.
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