No les ha pasado que están viendo T.V. y al inicio de los spots algunas marcas presentan su producto con lujo de detalles y rematan con la frase: “¡Somos un producto de calidad!” Otra situación: están en el supermercado en la sección de alimentos. Observan dentro de ese mar de marcas que inunda las góndolas y hay una que les llamó la atención. Verifican el contenido, fecha de vencimiento y el precio. Cuando llega el momento de la verdad, encuentran la misma frase en negrita que dice: “Contamos con la garantía de calidad”. ¿Por qué en pleno siglo XXI, donde prima las estrategias de comunicación más innovadoras y dónde la confianza es el principal factor de fidelización, piensan que al contar con “una calidad inigualable” serán los líderes de su categoría? Aprendamos a diferenciar algo. La calidad es algo intrínseco al producto. Es una cualidad que garantiza que obtenemos un producto fiable, cuyas condiciones de elaboración avalan su consumo. En esa tónica estamos todos. Lo que sorprende es que grandes compañías, que cuentan con operaciones en varios países, no explotan la cantidad de espectaculares oportunidades de diferenciación. Hay personas dispuestas a pagar por mejores soluciones. Esas mismas personas pasan por alto la calidad, ya que para ellos, es algo inherente al producto o servicio. La gente no quiere saber todo lo que hay detrás; sólo lo que le afecta. Las personas exclamamos que nos entreguen un producto que se adapte a las tendencias tan cambiantes y que se acomode a las expectativas de valor. El precio es una de las variables que impera al momento de compra, pero si presentamos el producto con una metodología de venta diferente, estén seguros que la decisión de compra durará un par de segundos más, pero los prospectos decidirán por su producto, ya que superó sus expectativas de transacción. El tema no es de calidad, ni mucho menos de precio: ES DE CONFIANZA. No entregamos nuestro dinero a alguien que “nos da mala espina”. De igual manera, no optamos por la primera opción que vimos en la tienda de descuento: vamos, miramos, entramos a las otras y decidimos dónde nos sentimos mejor, donde nos garanticen un producto bueno y bonito y cuya atención nos haya hecho sentir únicos. De ahí la importancia de ser altamente relevante para un segmento que invisible para la mayoría. En ese orden de ideas me hago una pregunta: ¿por qué nos cuesta tanto ver lo evidente? ¿Por qué no somos capaces de entender las señas, los gestos y el descontento de nuestros clientes? ¿Por qué somos tan tercos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Y por qué? Seamos capaces de utilizar la creatividad para sorprender a quienes nos visitan por primera vez y para innovar en la entrega del producto a nuestros clientes actuales. De esta manera, explotamos varias alternativas de diferenciación y ¡no nos centramos en el mismo lema de siempre! Imagen cortesía de iStock
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