Después de una larga y minuciosa investigación, logré llegar a una sorprendente conclusión: nadie puede sostener que la llamada “publicidad subliminal” funcione. Lo que sí sabemos es que uno de los primeros y más célebres experimentos con el tema fue luego desmentido por su propio creador. El tipo se llamaba James Vicary y era investigador de mercado. En 1957, Vicary convocó a una conferencia de prensa en la que anunció que había realizado un experimento. Según él, en medio de la proyección de una película en un cine había intercalado dos imágenes durante una fracción de segundo, demasiado pequeña como para que el ojo humano la perciba de manera consciente. Las dos imágenes eran las frases “Beba Coca-Cola” y “Coma pochoclo”. Vicary aseguró que 45.699 personas habían sido sometidas al experimento y que, como resultado, las ventas de esos productos en ese cine habían aumentado: 57,5% en el caso del pochoclo y 18,1% en Coca-Cola. (Otras fuentes invierten los resultados: 57,5% en Coca-Cola y 18,1% en pochoclo. Para el caso es lo mismo.) El hombre declaró que lo que había hecho se llamaba “publicidad subliminal”. Él suponía que su descubrimiento iba a ser bien recibido, pues terminaría con esos “molestos avisos publicitarios”, reemplazados ahora por pantallazos imperceptibles. Pero no fue así: su anuncio despertó miedo e indignación. Una revista estadounidense llegó a titular “Bienvenidos a 1984”, en obvia alusión a la novela de Orwell. Incluso la CIA y algunos legisladores se interesaron en la cuestión imaginando posibles efectos futuros de la percepción subliminal en la manipulación de personas por parte de los gobiernos (era la época de la Guerra Fría, recordemos). Los verdaderos problemas para Vicary comenzaron después. Cuando se le pidió que replicara el experimento y sus resultados, no lo pudo hacer. Presionado, confesó que no había investigado lo suficiente como para hacerlo público. Pero en un reportaje, el dueño del cine afirmó que el supuesto experimento nunca se había hecho. Finalmente, Vicary declaró en 1962 que no había realizado su experimento “subliminal” sino que lo había inventado para aumentar la clientela de su empresa de investigaciones. En algún sentido, ya era demasiado tarde. Sus afirmaciones originales se habían desparramado por todo el mundo y llevaron al convencimiento global de que los mensajes subliminales existían y funcionaban. La realidad es que las investigaciones posteriores sobre los efectos de estos mensajes no arrojaron jamás resultados positivos. No hay ninguna evidencia de que logren ejercer una influencia sobre el comportamiento. Por más que todos sigamos tomando Coca-Cola y comiendo pochoclo. (Fuentes: umich.edu; wikipedia; bbc.com)
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