Cada organización se define así misma desde su estructura administrativa, sus procesos, recursos y el equipo humano que realiza un trabajo integrado para alcanzar objetivos. De manera habitual los colaboradores de la empresa se esfuerzan por cumplir sus actividades, algunas veces priorizando unas sobre otras, lo cual establece un marco de referencia/frecuencia que se adopta a nivel individual y grupal. Del mismo modo, muchas funciones o aspectos importantes son comúnmente dejados al azar, a la recordación o hasta cuando se disponga de tiempo; generándose un comportamiento que puede crear complicaciones e implicaciones negativas con respecto a los resultados esperados. Al comportamiento de lo que hacemos de manera habitual o con cierta frecuencia en una empresa, le llamamos rutinas; dichas acciones, mediante un proceso guiado de autoevaluación organizacional, medidas de mejoramiento compartidas y recursos, conducen naturalmente al desarrollo de la compañía a niveles de mayores resultados y beneficios comunes (incluso para quienes integran su entorno). Nadie que desee con empeño lograr el éxito en sus ventas, el posicionamiento de su marca y la comunicación asertiva con sus clientes, puede maniatarse a “lo que se pueda hacer” cuando sobreviene una emergencia; una rutina en la empresa demuestra que tenemos control de lo que se debe hacer en momentos determinados o en el logro de metas claras. Es así, que toda empresa anhela desde el más joven colaborador hasta el más alto ejecutivo, obtener resultados favorables para seguir proyectándose en el mercado y lograr una clara ventaja competitiva. Muchos teóricos, cuyos estudios se han comprobado en la práctica, coinciden en favorecer como elementos de la ventaja competitiva de las empresas sus habilidades individuales y rutinas organizacionales. Las rutinas agrupan las habilidades de los individuos que conforman la organización y que son objeto de ejecución en las actividades que permiten la producción o la prestación de un servicio al segmento de mercado, y en términos generales facilitan el funcionamiento de la empresa. Este conjunto de rutinas tanto del contexto interno, como del externo, constituyen el repertorio que finalmente define la capacidad operante de cualquier empresa. La rutina forma actividades habituales y éstas conducen al éxito. Existe una clara diferencia entre las organizaciones que avanzan y las que solo se dedican a sobrevivir en medio de mercados cada vez más cambiantes y retadores: la capacidad de ejecución y la disciplina de trabajar en las cosas correctas, de manera consistente, todos los días. En correspondencia con lo anterior, el mercadeo y la sostenibilidad dependen esencialmente de cómo funciona toda la empresa desde los procesos más simples hasta los más complejos. La “sostenibilidad” vista desde lo económico, significa la capacidad de la empresa para lograr ser efectiva y eficiente al mismo tiempo; ello requiere de capacidades organizacionales que le fortalezcan sus activos más valorados y potencialicen el alcance de mayores oportunidades. De esta manera, para la construcción de dichas capacidades organizacionales, se requiere una serie de rutinas, las cuales representan el conjunto de cosas que la organización es capaz de hacer. Por lo tanto, una rutina en el ambiente empresarial, debe ser vista como la práctica de las habilidades individuales, que sumadas aseguran en gran medida el éxito y los resultados esperados; para ello, es importante detectar cuáles son las rutinas que debemos hacer todos los días, logrando que se transforme no solo el negocio sino también nuestra propia vida. De tal manera que para efectos del mercadeo, las rutinas permiten enfocar los esfuerzos en mantener una regularidad sana que facilite la comunicación, la constancia y la realización de actividades permanentes que no favorezcan el alejamiento con los clientes (redes sociales, alianzas, bases de datos, contenidos multimedia), sino que por el contrario, habiliten la posibilidad de atraer mayores clientes durante el tiempo. A nivel empresarial, ¡las rutinas son buenas! No deben significar aburrimiento o adormecimiento, puesto que éstas nos mantienen en un camino organizado, donde se priorizan las actividades que convienen a la empresa practicarlas con el fin de asegurar su crecimiento sostenible. Me despido con un dicho muy popular en mi país “la constancia vence lo que la dicha no alcanza”… nos leemos pronto. Fuente imagen: Dreamstime.
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