A finales de los 80, Tom Hanks interpretaba al pequeño Joshua Baskin, un chico al que una máquina de feria le cumple su deseo de ser grande en la película “Big”. Para poder pagar las cuentas de su vida adulta tiene que conseguir un empleo y encuentra uno en una compañía de juguetes, el trabajo soñado para todo niño. No tengo ni idea de por qué relacioné eso con la publicidad; creo que porque la novia de Josh trabajaba en marketing o porque el actor interpretaba a un publicista en otra de sus películas, pero el caso es que fue la primera vez en que supe lo que quería ser de grande. Cuando se es niño, las historias que se ven en el cine, en los libros o en la televisión, tienen un profundo impacto en nuestra personalidad. ¿Quién no salió haciendo poses raras después de ver una de Jacky Chan? ¿O haciendo sonidos con la boca luego de ver Star Wars? Las mitologías que vemos en las hojas o en las pantallas, nos permiten soñar con esos mundos paralelos. Por su película favorita, uno se puede hacer una idea de cómo es una persona. Si es una película de humor será una persona alegre, si es una historia de amor será alguien idealista. No necesariamente si le gustan las de terror será un psicópata, pero definitivamente debe haber algo raro ahí. La publicidad está llena de historias y los universos de las marcas representan cosas con las que queremos conectar. La tecnología ha permitido que las historias fluyan por todas partes y adonde quiera que miremos, veremos un poco de nosotros mismos. Pero si eres publicista, hay 3 cosas que nunca puedes dejar de hacer: jugar, cuestionarte por todo y hacer lo que se te venga sin temor al ridículo, porque en el momento en que pierdas de vista a tu niño interior, verás un mundo lleno de números, de razones y lo peor de todo, de adultos. PD: A que comenzaste a tararear la de grupo 13 cuando leíste “máquina de feria”.
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