“Cuenta la leyenda que hace unos años, existían dos naciones fronterizas. Una ubicada en la ciudad de Pantone llena de artistas, diseñadores, ilustradores y fotógrafos. Cruzando el río se encontraba el imperio de la real academia española (RAE) con comunicadores, escritores, poetas y compositores. De la unión de estos pueblos salían duplas realmente creativas que se complementaban perfectamente y se gestaban los mejores freelancers del momento Entre estos dos pueblos siempre hubo paz y armonía, siempre se unían para derrotar con argumentos e ideas a clientes con el ego de gigantes. Durante las noches lluviosas se reunían para promover el intercambio de ideas entre los sabios o directores creativos de cada pueblo para solucionar problemáticas comunes, dando origen al brainstorming. Eran tiempos de abundancia, la producción de ideas se encontraba en su mejor momento, y por lo tanto ambos pueblos cazaron muchos leones de Cannes. Pero todo cayó cuando la nación de la RAE atacó/invadió/acechó/agredió. Un día la muralla vectorizada de Pantone fue atacada con lápices, adjetivos calificativos y conceptos, destruyendo la frontera entre los dos y formando un gran imperio/agencia que se mantiene hasta hoy en día.” Tres meses han pasado desde que elaboré un artículo sobre el matrimonio entre un redactor y un director de arte, destacando los momentos felices de esta joven pareja. Pero argumentando que no todo es alegría y satisfacción entre ellos, son dos personalidades totalmente distintas que provienen de ciudades distantes y que se juntan para crear y ser creados. Existe una competencia sana y constante entre el diseñador y el redactor, algo así como una guerra civil en la que cada uno defiende su trabajo a capa y espada rechazando todos los ataques e indirectas que recibe de su dupla. Por un lado el diseñador siempre le propone supuestamente “mejores frases” al redactor, porque “cualquiera puede escribir” implicando que podría hacer todo el trabajo de la dupla prescindiendo del redactor. Por otro lado este afirma que sólo se necesita presionar algunos clicks para retocar una fotografía que ya tiene buena resolución, destacando que no se necesitan tantos colores y que el texto debería ir más arriba. Cuando se elabora una hoja de vida, el redactor utiliza las palabras como su principal arma para persuadir al lector. Mientras que en el otro lado del pueblo el diseñador adorna su hoja de vida con vectores e imágenes que complementan perfectamente la información. En el rubro de programas que maneja a la perfección, el redactor siempre sale perdiendo al colocar Word, mientras que el diseñador desglosa toda la plataforma de Adobe incluyendo Corel Draw. Y colorín colorado, este cuento aún no se ha terminado. Imagen cortesía de iStock
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