¿Recuerdas tu primer día en una agencia de publicidad? Sí, cuando te sentiste como un niño en su primer día de kínder o como un adolescente en su primera noche de amor. Seguramente tienes muy claro ese recuerdo, pero deseo que no se parezca en nada a “mi primera vez”, sí, esa en la que perdí mi “virginidad” publicitaria con un tipo que intentó destrozar todo lo que yo esperaba aportarle a la industria, aquél que me hizo sentir como un “bueno para nada” solo porque él llevaba más de 10 años de carrera, lo que lo convertía, en sus propias palabras, en “una vaca sagrada”. La “vaca sagrada” era un Director Creativo de una agencia de publicidad grande, muy grande. Él, a quien llamaré como “G”, era el clásico “chavo-ruco” Creativo de más de 40 años de edad, pero que en un inicio se vendía como alguien amigable, que entendía a la perfección a la “chaviza”. “G” tenía un singular gusto por trabajar la creatividad como una línea de producción en una empresa china o tailandesa. Para él, las mejores ideas aparecían cuando más cansado y fastidiado estaba su equipo; por lo que llegaba al medio día, tomaba mínimo 3 horas de comida y acumulaba más de dos horas en salidas a “fumar un cigarrito”. Después, cuando daban las 5 o 6 de la tarde, se acercaba al equipo y decía su clásica frase “¿Cómo vamos?”. No importaba la respuesta, él rebotaba todo lo trabajado sin si quiera echar un ojo a los artes, contenidos o estrategias. Nada era lo suficientemente bueno, por lo que aplicaba algo que según él, había dicho Steve Jobs en alguna ocasión: “Mientras más ideas rebotes, más posibilidad existen de que llegue una buena”. Poco a poco “G” comenzó a desgastar las ideas, propuestas e ilusiones de cada uno de los miembros del equipo. Por mi parte, recuerdo que llegué a esa “agencia grande” con la ilusión de pelotear, crear ideas, conceptos y trabajar hasta morir, porque tenía hambre de hacer “algo distinto”, de aprender y de crecer poco a poco en aquel lugar, hasta hacer mi sueño realidad de ser Director Creativo. Pero mi “virginidad” publicitaria murió cuando escuché frases como “para ser Director Creativo debes ser egresado de la Salle o de la Ibero”, “Uy, para hacer carrera aquí y tener un ascenso debes trabajar al menos 10 años seguidos”, “Si quieres ser mi Asociado, necesito que seas mi oreja dentro del equipo, que me cuentes todo lo que dicen de mí”. El desgaste comenzó a reflejarse de forma física y mental, llegando al grado en el que me pregunté si realmente estaba hecho para esto, o si lo mejor era volverme amigo de “G” y aceptar esa realidad, tal como lo hizo él en sus inicios como publicista. En el proceso, regresar a mis orígenes fue la clave para entender que esa era la realidad de “G”, no la mía, por lo que decidí buscar nuevas oportunidades con otras personas, con aquellos que si bien no compartían mi mentalidad, sí estaban dispuestos a escucharla y respetarla. El tiempo pasó y descubrí que mi experiencia con “G” solo sirvió para fortalecer mi pasión e ideales, pero también me hizo reflexionar sobre cuántos no habrían logrado hacer lo que yo. Es decir, ¿a cuántos nuevos publicistas no habría detenido “G” en el camino? ¿Cuántos grandes publicistas no habrían terminado en una oficina godin solo por no haber recuperado su pasión después de haber perdido su “virginidad”? Hoy entiendo que casos como el mío con “G” son comunes en esta industria, sin embargo, yo he decidido convertirme en guía, maestro, psicólogo, amigo y, a veces, porrista de los “nuevos publicistas”, porque sé que ellos traen mucho de lo que se está perdiendo poco a poco en el gremio, ellos traen huevos y pasión. AUTOR Daniel Robledo Híbrido de publicista y comunicólogo, con mucha pasión por contar historias. Aventurero en los medios sociales, sobreviviente desde la era de Hi5 y estudioso de la cultura digital de contenidos. Fan de los videojuegos y Extraordinerd de corazón. Por el día me visto de creativo y por las noches escribo bajo el pseudónimo de @WarioDan. Búscame en la web y ahí me encontrarás. Imagen cortesía de iStock
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