Toda persona u organización tiene una misión, de la cual derivarán objetivos claros para lograr metas a corto, mediano y largo plazo y así alcanzar el destino trazado; si una persona o una organización carecen de noción de destino, quizás su misión no esté completa nunca y sus objetivos tiendan a ser repetitivos; en cambio, si se tiene un destino definido, la misión seguramente estará estructurada para servir en la carrera y se completará y variará a medida de que vaya adelantándose y modificándose la carrera con destinos alcanzados y nuevos destinos presupuestos. Todo lo que se hace para lograr lo que se ha propuesto hacer, en función de cumplir la misión y alcanzar el destino, puede formar parte de una de dos formas que existen para alcanzar el éxito: el trabajo y la lucha. En el trabajo no se perciben obstáculos que afrontar, ni desafíos que vencer; el trabajo es el ser productivo, consiste en generar riquezas, desde la inversión: de tiempo, energía y recursos tanto físicos como monetarios; el trabajo solo aplica a las labores bien definidas que son necesarias para lograr cosas; la lucha en cambio es la confrontación con obstáculos, consiste en reaccionar ante los desafíos emergentes de forma que puedan superarse; la lucha es el ser constante, radica en la inteligencia, la diligencia y la velocidad con la que se actúa frente a una situación compleja, requiere también grandes esfuerzos, pero no genera riquezas, la lucha solventa situaciones. A través de estas formas se alcanza el éxito; que vale la ocasión aclarar, no es lo mismo que logro; el éxito, remontándonos a su etimología alude a la salida y según el diccionario de la Real Academia Española es, entre otras acepciones, el resultado feliz de un negocio, lo que sugiere de alguna forma que el éxito como concepto puede trabajarse desde la siguiente definición: satisfacción por uno o más logros reconocidos. Si el éxito es, entonces, la satisfacción que se tiene cuando uno o más logros han sido reconocidos tanto interiormente como exteriormente, no siempre que se ha llegado a destino y se han logrado metas, se ha experimentado el éxito; para que esto ocurra debe tenerse consciencia y proyección; de lo contrario la carrera se termina en solitario o sin mucho sentido de trascendencia. Existen pues, cinco estrategias para lograr el éxito; estas son: Valoración constante de los méritos; no deje de percibir nunca los resultados positivos o negativos que generan sus acciones, de los positivos obtendrá los logros, de los negativos los fracasos, de los positivos dependerá que los negativos no ocupen más espacio del que deben ocupar en su valoración de méritos. Diseño y rediseño de la misión; es muy importante que su misión le permita conocer (más que saber o imaginar y que percibir o ingeniar) cuáles serán sus objetivos y en base a los logros de estos cuáles serán los siguientes objetivos, es decir, cómo puede transformarse su misión en base a sus logros, para de esta manera impulsarse en el éxito que supondría la culminación de una fase y el paso a una siguiente con mayores expectativas. Búsqueda de destinos medianamente ambiciosos; no se necesita que el horizonte sea el destino, pues entonces nunca será alcanzado y con ello vendrán las frustraciones, pero sí es necesario que el destino esté fuera de la vista cercana, incluso puede ser un destino ya alcanzado por otro, pero lejano para sí; la obtención de logros y la celebración del éxito conjugados van a producir triunfos; entonces los destinos se alcanzarán como triunfos, lo que puede ir convirtiendo a la persona o a la organización en un modelo a seguir, va sumando prestigio y notoriedad. Proyección deliberada de la imagen; más allá de la proyección natural de la imagen ante las audiencias; es necesaria una proyección deliberada, consciente, no arrogante, pero tampoco simple, de la imagen propia, es necesario que el entorno pueda juzgar controladamente la carrera que se transita, que sepan cuál es el destino que se quiere alcanza, cuáles son las metas propuestas y que vaya percibiendo la evolución, de manera que los éxitos no solo sean reconocidos por la misma persona u organización, sino que sean reconocidos fuera, lo que incidirá positivamente en la valoración de méritos, si se llegase a dudar en alguna ocasión. Finalmente, la quinta estrategia para lograr el éxito consiste en ser siempre veraz; la honestidad y la sinceridad son claves en la valoración de los méritos, son determinantes en el diseño y el rediseño de la misión, imprescindibles en la búsqueda de destinos ambiciosos y fundamentales en la proyección deliberada de la imagen; no es posible lograr el éxito si no se tiene una visión veraz, ajustada a la realidad contextual, proporcionada, bien medida y justamente definida de lo que se es, dónde se está y qué se ha hace o deja de hacer. Imagen cortesía de iStock
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