El mundo de las ideas está regido (al menos en publicidad) por esos seres llenos de luz, muñequitos, colores y weed; los creativos. Sí, los creativos son todos unos personajes, los hay de todos los tamaños, formas, gustos, colores y géneros, pero lo que no hay que olvidar, es su chamba: crear ideas que solucionen los problemas de la marca o producto. El cliente tiene ideas muy raras acerca de la creatividad y su implementación, quizá es por eso que pide cosas sin sentido, creyendo que nuestra mente es un cúmulo de ideas flotantes de las que seleccionamos una sin sentido y presentamos. No, no es así. La generación de ideas depende en gran medida del problema a resolver, los objetivos, las deficiencias, el posicionamiento, la estrategia, temporalidad, y una larga lista de factores que hacen que una idea vuelva a la vida con la esperanza de ser elegida, y creada. Pero no, no lo entienden. Las palabras mágicas que tanto nos torturan son tan repetitivas y homogéneas que en verdad me hacen pensar que todos los clientes van a una escuela especial para decir ese tipo de cosas; “me gusta pero no sé”, “quiero el logo más grande”, “sí, pero no se entiende”, “eso es muy arriesgado”, y otras tantas que conforman su repertorio. Cuando empieza la batalla por las ideas, las transformamos, mutamos, masticamos, dopamos, estiramos, mezclamos, enrarecemos, modificamos, desestructuramos, torturamos, golpeamos y hasta las blasfemamos; todo por culpa de cliente. Pero no, ellos no son el problema. Nosotros nos vendimos como un pozo sin fondo lleno de ideas; frescas, frondosas, fértiles y feroces, listas para atacar, conquistar, doblegar y enamorar al cliente. ¡Señores! Eso hacemos, pero cuando la idea se mantiene intacta, cuando no es corrompida, cuando se respeta, se cree y se valora. No cuando la hacemos pasar por todo hasta volverla mediocridad. Es cierto, las ideas no tienen límite, no hay fondo en el universo creativo de propuestas. Todo es válido, todo es posible, todo se puede, siempre y cuando nos dejen hacer lo que sabemos hacer, porque al principio, no, no fue la luz, el principio, fue una idea que hizo que hubiera luz y se inventase un cuento bastante creíble. Un cuento del que salieron ideas sin fin, del que siguen y seguirán saliendo ideas. Imagen cortesía de iStock
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