«Pensar» es un verbo que usamos a diario de forma sistemática, la mayoría de veces en frases hechas o refranes y haciendo referencia a acordarnos de las cosas. ¿Pero qué hay de utilizarlo en su esencia más racional? Parece un poco ridículo decir que no pensamos porque es un rasgo innato y permanente en el ser humano, por ello quiero hablar del pensamiento consciente inducido, el que impulsamos nosotros como reacción a una acción. Porque la empresa necesita de ese pensamiento para desarrollar su actividad, para transformar materia en producto e ideas en servicios. Planificación, organización, estructuración, coordinación, determinación y ejecución son sólo alguno de los aspectos que definen el color de un negocio. Y es siempre en los hechos trascendentes donde se aprecia la ausencia de conciencia. Lamentablemente en la mayoría de situaciones en las que detectamos carencia o debilidad de pensamiento, la caducidad de la acción nos deja sin solución o si la hay implica un quebranto para la empresa. A nadie escapa que vivimos tiempos donde priman escenarios de «el día a día nos consume a todos», «es que no tengo tiempo para nada» o «es que todo es para ayer». Pero si queremos ser honrados con nosotros mismos, tampoco se nos escapa que esas situaciones no son una realidad genérica y menos escenarios inducidos por los tiempos que vivimos. Las tendencias generales no siempre infieren la causa correcta del efecto manifestado. En este país la gran mayoría de profesionales de mediana edad no habla inglés cuando su histórico de estudio del idioma trasciende fácilmente los 10 años. Al final todo depende de la percepción y sobre todo de lo que queremos conseguir. Y para conseguir, hay que ser y hacer de forma coherente y dirigida buscando el objetivo de tener. Pero en verdad, ¿por qué necesitamos ponernos a pensar en serio?: ¿RIESGO?… NO, PREVENCION. ¿Qué ha salido mal en la campaña de marketing si estaba todo claro? La respuesta a esta pregunta provoca una inmediata estampida de miradas y la aparición en los implicados de una especie de «sustancia jabonosa» que hace que patine sobre ellos la responsabilidad. ¿Alguien pensó si el target de la campaña era el adecuado? Porque resulta que la hemos orientado a un público que no ha sido receptivo a ella. Ya tenemos aquí al verbo pensar. El ansia por hacer no ha permitido pensar cómo hay que hacerlo. Porque la campaña debía estar lista para salir 2 días antes de su ejecución pero al final se acabó la tarde antes de sacarla a público. ¿Por qué no pensamos en el plazo de entrega, lo que hubiera permitido un análisis final en busca de problemas? ¿Por qué ahora parece que pensar en el plazo de entrega es responsabilidad de nadie? ¿Por qué seguimos abonados a la Ley de Parkinson? ¿ENQUISTAMIENTO?… NO, DIVERSIFICACIÓN. Uno de los paradigmas erróneos de las empresas es pensar que no pueden diversificar porque deben dedicarse a lo que saben hacer. El problema no es a qué nos dedicamos sino a entender que podemos dedicarnos a otras cosas. Diversificar no implica vender cortinas si estás vendiendo ordenadores, diversificar es entender el valor de los nuevos canales que existen para proyectar tu marca y productos. ¿Por qué seguimos pensando que nuestra empresa no puede diversificar? ¿Por qué asusta pensar que los nuevos canales que trae esta segunda década del siglo XXI no sirven para hacer crecer nuestro negocio sólo porque éste se inició hace 30 años? ¿Por qué pensamos que seguir haciendo lo mismo con clientes más preparados y competidores más eficientes, seguirá dando resultados? ¿MIEDO?… NO, CONOCIMIENTO. Tal como suena, miedo. Pensar asusta a muchas personas porque las hace conscientes de su desconocimiento y no entienden que a lo que deben temer es a no entender que el desconocimiento es lícito. El gran miedo y error es no ponerle solución. Cuando no se atiende el desconocimiento, pensar es difícil porque nos faltan argumentos y líneas de concreción y decisión sobre la evolución de nuevo negocio. El miedo a algo cuya solución depende de uno mismo se minimiza de inmediato y pierde su fuerza, de ahí la importancia de pensar y comprender la relación directa que tiene con mi responsabilidad sobre la toma de decisiones. ¿Por qué nos da miedo equivocarnos? ¿Es miedo a una reprimenda o a mostrar mi desconocimiento? ¿Por qué pensamos que esconder una postura que conduce a un error nos librará de él? Reconocer que no pensamos o pensamos poco es un acto de contrición, es interno y privado con uno mismo y con la empresa, pero a la vez es una inquietud que afecta profundamente al desarrollo de un negocio. Seamos valientes. ¿INCOMPETENCIA?… NO, COMPETENCIA. Y mucha. No seamos cobardes con nosotros mismos, la incompetencia mora en muchas empresas, demasiado. Y es triste ver cómo estas realidades se convierten en tabú por su densificación, se transforman en acciones que no pueden ser mencionadas en un rancio intento de auto defensa. Nunca veréis molestarse a nadie competente cuando se trate la incompetencia empresarial. ¿Por qué seguimos viviendo situaciones donde 5 ó 6 comentarios sarcásticos de baja frecuencia avergüenzan al poseedor del conocimiento en un encuentro de profesionales? El rebaño protege a la mayoría de ovejas frente al ataque del lobo, pero jamás dejarán de ser ovejas por el hecho de pertenecer a un rebaño. ¿Cómo nos sentimos frente a estas situaciones? Sea cual sea nuestra reacción viene directamente descargada del pensamiento consciente inducido. Hemos entendido y procesado ejemplos que nos ha permitido sacar conclusiones y exponerlas. Al final, no es tan difícil. El tiempo pasa para nosotros y nuestras empresas. La crisis sigue aquí, las empresa siguen cerrando y nosotros perdemos el tiempo escondiendo la evidencia por no ser tildados de ella. ¿Cuántos compañeros tenéis que parecen zombies día tras día? ¿Cuántos jefes viven de pastelear entre sus empleados y sus respectivos jefes siendo ellos simples canales de transmisión con total evasión de pensamiento y obra? ¿Por qué hay tantas cabezas pensantes en la empresa actual y a la vez nos cuesta tanto remontar, diferenciarnos y prosperar? ¿Por qué cuesta tanto aceptar los nuevos modelos? Quizás nos falte ponernos a pensar para poder repuntar. Molière dijo «un tonto sabio es más tonto que un tonto ignorante». Pensar con conciencia es descender a la tierra del sentido común y la coherencia. Cuidado con querer volar cuando aún nos cuesta caminar.
Comentarios