Nuestro oficio se reduce a comprimir un archivo. El cliente nos provee de una información de la cual se extracta un objetivo de marketing, este problema hay que solucionarlo mediante la construcción de un mensaje para el consumidor. Dado que los mensajes están compuestos de mucha información, es necesario comprimirla, ya sea dividiéndola en varios canales o reduciéndola a su mínima expresión. Suena fácil pero lo realmente complicado es que para que el consumidor pueda descomprimirla, se necesitan tener claro varios factores:
- Conocer lo suficientemente bien al target para saber que el descompresor que tiene en la cabeza es compatible con nuestra manera de codificar el mensaje.
- Saber que el punto de contacto elegido es el medio con el que interactúa naturalmente nuestro público objetivo.
- Que la información no solo sea relevante sino interesante, es decir que el público se preocupe por ponerse en la tarea de descomprimir el archivo.
- Que el mensaje una vez descomprimido genere una emoción intensa, que haga que amerite guardarle un espacio en el disco duro del consumidor.
Si todo esto se lleva a cabo, tendremos como resultado que la información viajó a través de la publicidad, logrando causar un impacto en la mente de la gente, influyendo en su conducta o en su toma de decisiones respecto a nuestro producto o servicio. Por esta razón no puede haber un color, una fuente, una imagen, un copy ni ningún elemento gratuito en la publicidad, ya que podemos estar albergando virus fantasmas dentro de nuestro archivo, que lo único que hacen es estorbar y en el peor de los casos entorpecer la descompresión del archivo enviado. Ser creativos no solo se trata de crear mensajes ingeniosos, sino de articularlos en una estrategia exitosa que permita que el mensaje llegue a buen puerto. Imagen cortesía de iStock
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