El caminar por las calles de las ciudades en las que vivimos, pasa, en ocasiones, de lo rutinario a lo extraordinario. Un paseo común puede transformarse en una aventura para los sentidos en tan sólo un golpe de vista que nos entusiasma y nos lleva a descubrir otros lugares, desconocidos hasta el momento. Levantar la vista y enfocar en un seductor escaparate que hace detener nuestra marcha, y tomarnos unos momentos para admirarla. Es ésta época de nuevas tecnologías en la que vivimos podría parecer que los escaparates son algo ya obsoleto e irrelevante, pero son aún un factor decisivo de atracción. El escaparate es lo que hace que el cliente entre en la tienda o que se espante y huya. Su mayor baza y su mejor tarjeta de presentación es su escaparate. En su conjunto contribuye a adornar el paisaje urbano, y muchos de ellos refulgen, como ventanas a otras dimensiones, otros mundos cargados de belleza. El escaparatismo es una práctica imprescindible, la antesala de las ventas finales, esto lo sabe tanto el pequeño como el gran comercio, y no es exclusivo del siglo XX como algunos dicen. Incluso podría afirmarse que las páginas web son escaparates electrónicos. Aún más, los comerciantes saben que es necesario adaptarse a los tiempos y estar presentes en la web, pero sin un buen escaparate físico montado con gusto y con criterio, que entre por los ojos y llegue incluso a entusiasmar no se hace nada. Nos canta su melodía sin palabras, pero con sentimiento. El escaparate es lo que nos hace entrar a ese lugar una y otra vez, en busca de más de lo que hemos podido vislumbrar desde el otro lado del cristal. sea cual sea el sector profesional, es lo que puede hacer afianzar la relación entre los clientes y el establecimiento. El escaparate es el arma de seducción definitiva.
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