Se supone, que ir al cine debe ser una experiencia divertida, que nos da la posibilidad de distraer el cerebro de la cotidianidad del trabajo, estudio o simplemente de la estruendosa ciudad; pero les contaré mi historia. Todo comenzó una noche de sábado, sin mucho dinero y con ganas de salir, ¿el plan perfecto? ver una película. En Colombia existe un cinema que cobra demasiado económico las funciones, y eso era lo que buscábamos: diversión y economía. Llegamos al lugar mi amiga, su hijo y yo, íbamos un poco retrasados para la función y por lo tanto esperábamos tener boletas en mano, la comida y entrar a la mitad de los cortos. Adquirir las boletas fue fácil, pero se nos acabo la emoción, cuando nos dimos cuenta de la inmensa fila que había para comprar la comida, al parecer corría rápido, pero ¡ooh sorpresa! cuando caminamos hacia allí, ya no era solo una fila, eran tres y todas demasiado largas. En ese instante me preguntaba si la gente iba a ver una película o iba a comer. Como estábamos con un niño, no había forma de escaparnos de comprar las famosas palomitas, y yo, al ser la acompañante, debía hacer la fila, mientras mi amiga se hacía cargo de que su hijo no se perdiera entre la multitud; así que inicie el safari, con tan mala suerte, que delante de mí, había una niña de aquellas que no deseas volver a ver, con su gritería y su incesante mal carácter, el cual su mamá por estar conectada a su celular no corregía, y ni hablar de la cantidad de personas que se empujaban para poder hacer la descarada cuarta y única fila, que permitía el ingreso a donde se encontraban las salas. Al llegar a la caja, me encontré con un personaje que recibió mí pedido de manera correcta y rápida, en ese momento pensé “OK, es solo desorden del día” hasta que, su ayudante con pésimo carácter, llegó a entregarme la orden, la cual estaba mal, sé la dieron a la señora que no corrige a su hija, y además me tuve que aguantar, que ella manoseara mí comida indicando que ése no era su pedido. Por lo tanto, tenía que pasar por el incomodo momento de pedir que me cambiaran mí orden y esperar unos minutos más. A esto sé le sumó, la pelea de otra clienta por la demora de los trabajadores para entregar pedidos. Para colmo de males, cuando por fin iba camino a reencontrarme con mi amiga y su hijo, me di cuenta que al frente de donde sería mi función, había otra sección donde sé podía comprar, pero estaba cerrada y tres de sus trabajadores se encontraban sentados hablando y riéndose. No sé, si de mí, de todos los que estábamos al otro lado intentado comprar o simplemente de lo emocionante que es su vida. Cuando ingresé a la sala, fue como si hubiese entrado al paraíso, me senté y comenzó la película. Pero no todo lo que brilla es oro. Debo confesar que me gusta ver las producciones animadas dobladas al español latino, pues las intensiones son diferentes y las voces latinas son maravillosas, pero… en esta función, no sé si por todo lo que había pasado antes, detecte más errores que nunca, la voz del personaje principal no era la más adecuada y a eso debía sumarle uno que otro charlatán detrás de mi silla. Después de hora y media de función, llegó el momento de irnos, por lo cual decidimos esperar a que saliera todo el público; prendieron las luces, y por costumbre alzamos los empaques de comida, detectando que no habían canecas y debíamos ponerlas en una bolsa que la señora encargada de organizar la sala tenía. Cuando nos acercamos a ella con la mejor disposición, nos miró de la peor forma, no saludó y obviamente ni se despidió. Era como si ese día todo girara en contra nuestra. Con ganas de salir corriendo de allí, fuimos al baño, todos estaban sucios y con mal olor, dejándome con la decepción más grande de uno de mis planes favoritos, y recordándome por qué no había vuelto a esos cinemas. No sé si los dueños de este lugar olvidaron la existencia de la experiencia de marca, la cual, se hizo con el fin de que, precisamente LAS MARCAS, comprometan a sus consumidores, los involucren en el proceso de compra y estimulen la relación de valor. Esto va más allá de trasmitir un mensaje, pues se busca diseñar momentos, donde los clientes encuentren una verdadera razón por cual deseen quedarse. Señores dueños de empresa, ustedes pueden ofrecer los precios más bajos en el mercado, pero si mi experiencia de marca es pésima, les puedo asegurar que prefiero elegir a su competencia, y pagar unos cuantos pesos más por salir satisfecho del lugar. Definitivamente, si no enamora a sus clientes, jamás logrará tener una marca de éxito. AUTOR Paula Lorena Rodriguez Guerrero Emprendedora en proceso, publicista y fotógrafa. Mente creativa desupervoces.com. Melómana y cantante frustrada. Apasionada por las letras y los buenos contenidos. Sígueme en Instagram y Twitter: @paurodri92.
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