En los últimos días, los mexicanos hemos experimentado deslealtad entre nosotros. Las olimpiadas han sido un claro ejemplo de nuestra naturaleza conformista, crítica, miserable y mediocre; estamos hundidos en la escoria que es señalar, juzgar y destruir, apartándonos de proponer, sugerir y/o luchar. Las críticas van en aumento gracias a las redes sociales y la facilidad para “aventar la piedra y ocultar la mano”. Este fenómeno no se limita a unos olímpicos o una masacre gringa, no, esto se está volviendo un cáncer que se apodera de cerebros estúpidamente humanos; adormeciéndonos y anestesiándonos. El tren del mame no es más que “subirte a la conversación de manera orgánica”. Esas palabras tan grandilocuentes hacen que los publicistas se aceleren y usen todos los recursos para generar awareness, top of mind, branding, uniqueness o cualquier palabra dominguera con tal de estar ahí, entre la “chaviza”. Es así como surgen las ideas “bomba”. Las ideas bomba son esas estupideces que se nos ocurren para subirnos al tren del mame pero sobre todo, para reaccionar ante un target estúpidamente inestable y “exigente”. Salen ideas como panes calientes, más bien, ideas no, soluciones ocurrentes y que funcionan. Pensemos en la ropa de Zara; funciona, se ve bien y es barata, pero sabes que no durará, o ¿a caso exigirías una gran calidad? No verdad. Entonces, no esperes que existan ideas haute couture cuando los recursos llamados tiempo, target y cliente no ayudan mucho. Es momento de que dejemos de ser tan haters y comencemos a proponer. Si una idea no te gusta no seas terrorista y en vez de criticar comienza a actuar. Si te burlas de los atletas olímpicos por no tener medallas, por su aspecto, o por cualquiera que sea tu inseguridad, pregúntate; ¿yo qué estoy haciendo? Entonces te darás cuenta que las personas hacen lo mejor que pueden con lo que tienen, y está bien, es perfecto.
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