Ser mujer sale caro. Dejando a un lado que las féminas tenemos a nuestra disposición más variedad de productos, accesorios, juguetes y calzado, también es notorio que la mayoría de nosotras no goza –hay sus excepciones- de un salario igual o mayor al de hombre aun ostentando el mismo cargo. Algo que se vuelve evidente con el tiempo es que esa “variedad” que mencioné anteriormente, resulta ser mucho más costosa en comparación a los artículos masculinos, que aun siendo de la misma marca y adquiridos en el mismo establecimiento, parecería que el solo hecho de ser o tener color rosa ya le aplica un impuesto especial. Impuesto de género Vayamos al supermercado y llevemos papel y lápiz. Demos un recorrido por los diferentes pasillos y comencemos a ver algunos datos importantes (no aplica para Venezuela) En el pasillo de la perfumería encontramos desodorantes, colonias, rasuradoras, cremas corporales, cepillos de dientes y un sinfín de enseres que necesitamos regularmente. Es común ver que los productos estén separados por marcas, por tipo de producto o por sexo y es justo allí donde nos vamos a dar cuenta de algo súper curioso. Una rasuradora estándar para hombre es mucho más económica que una para mujer, los desodorantes de las mismas marcas pero para sexos diferentes también muestran diferencias en los precios y ni hablemos de las colonias o cremas corporales, entonces ¿Cuál es la diferencia acá? Simple, que la mercancía femenina es de color rosa Los servicios no se escapan ¿Por qué un corte de cabello para caballeros es más barato que el damas? Y no, no es porque tengamos cabellos más largos, sencillamente son precios establecidos por servicios. Si vamos hasta la lavandería y pedimos un servicio que incluya el lavado de una prenda de algodón o fibra sintética con su respectivo planchado, sin duda te van a preguntar ¿la prenda es de dama o caballero? Y eso gracias a que los “precios establecidos por servicio” no escapan de nada. Tasa rosa Este fenómeno es habitual en productos y servicios que bien pudiesen ser unisex pero que no lo son, -muchas veces por razones mercantilistas aunadas a la ganas absurdas de diferenciar géneros-. Es así que existen tijeras, borradores, agendas, crema para las espinillas, curitas o banditas, gorros de baño, cortes de cabello, asesoría mecánica, seguro médico y hasta gel antibacterial para las manos separados para hombre y para mujer. Todos esos céntimos extra que vamos acumulando conforme compramos dichos productos o servicios los conocemos como “tasa rosa” o impuesto de género, pues no se explica el porqué en la diferencia abismal del precios entre un producto y/o producto u otro –siendo lo mismo, de la misma marca o del mismo tamaño y para el mismo fin) ¿Mito o discriminación? Antes lo negaban pero ya dejó de ser un secreto. Es un hecho que los productos para damas son más caros que el de los caballeros pero ¿por qué? Una de las investigaciones más virales fue la que realizó en 2015 el Departamento de Consumición de Nueva York (DCA) quienes analizaron el caso de 800 productos de 35 categorías diferentes concluyendo que el 40% de las veces los productos de mujer resultaron ser más caros, dando un margen de diferencia entre productos de un 13%, 30% y hasta un 50%. Como siempre nadie quiere responsabilizarse por el hecho de que estas cosas sucedan en la era en la que estamos, puede llegarse a pensar que las marcas consideren que por ser mujer debes pagar más –lo que sería machismo y algo terrible- pero también está esa parte que dice que como somos bellos seres delicados, los productos dirigidos hacia nosotras son diferentes y están confeccionados con especial énfasis.. mmm, no sé. Algo con lo que concuerdo más –y se acerca a la realidad- es que nosotras somos mucho más propensas a pagar demás por nuestros cuidados que los hombres y esa oportunidad ninguna marca, compañía ni establecimiento la dejará pasar. Simple estrategia de mercadeo El precio final de un producto depende de factores diversos y en una última instancia, del propio distribuidor impulsado por estrategias de ventas. Se dice que los precios de cada mercancía y servicio están basados en el comportamiento del consumidor, por lo que si estos están más o menos reacios a pagar los que se les ofrece, eso determinará qué tan alto será el costo final. No obstante, de la misma manera que las empresas tienen derecho a hacerlo, los consumidores tienen derecho a saber que se hace. El valiente Marco Bertini, director del Departamento de Dirección de Marketing de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas de Barcelona explicó una vez que lo de la tasa rosa es más bien una cuestión de mercadeo “todos sabemos que las mujeres están dispuestas a pagar más por su cuidado personal y las marcas lo aprovechan”, además, la diferencia es pequeña y pasa desapercibida porque aunque son productos similares, se colocan en estantes separados y así nadie compara nada y ni se da cuenta. Ahora todo concuerda, porque si un hombre gasta menos en su higiene personal, las marcas entienden que debe convencerlo de usar su producto y como atractivo su precio será más bajo. IVA menstrual Hay otros detalles súper importantes dentro de toda esta polémica, es cierto que las mujeres usamos cosas que 1- No son de primera necesidad 2- Los hombres no necesitan/usan. Tal es el caso del maquillaje, los tampones, los sujetadores o sostenes, las depilaciones, el manicure y otros, que son mercancía o servicios más caros aún. No quiero entrar en territorio feminista, pero por otro tipo de discriminaciones –no me digan que no porque en un trabajo que te exijan “buena presencia” y no tengas uniforme ya perdiste- muchas de las mujeres gastamos en maquillaje, tintes de cabello, fajas y ropa. Esas injusticias que cohabitan con la brecha de género salarial no solo ayudan a que sigamos pagando la tasa rosa y nos quedemos sin dinero a mitad de mes, sino que es posible evidenciar como el uso de estrategias en la teoría de precios se mantiene más vigente que nunca.
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