“The thing about books is that they’re more interesting than the internet — we assume that everyone who comes here believes that.” Tamsim Clark, dueño de Tenderbooks. (Los libros son más interesantes que Internet — asumimos que todo el que viene aquí cree eso.) Edward Hallowell declaró al Wall Street Journal que la tecnología es el nuevo cigarrillo. Y no se alejaba de la realidad. Segñun un estudio de Amercian Express, el 79% de los turistas utilizan el Internet durante sus vacaciones, y el 33% lo hacen a escondidas de su pareja. Sin ir más lejos, en España el 47% de los turistas se conecta a Internet tras bajarse del avión. Esto no sólo los hace más susceptibles ser víctimas de ciberdelincuencia, sino que también demuestra la imperiosa necesidad de estar conectados –incluso en época de descanso. Es por eso que cada vez se muestra más en alza una tendencia, conocida como el turismo digital detox, o digital detox. Ni televisión, ni móviles, ni wifi. Muchos de los establecimientos no ofrecen cobertura de ningún tipo, como la Senda de los Caracoles en Segovia. Este tipo de establecimientos se conocen como black holes. Y no todos son casas rurales: El Hotel Barceló Sancti Petri Spa Resort, que aparte de ser de lujo ha recibido numerosos premios, recoge todos los dispositivos tecnológicos de los clientes en recepción y los devuelve al finalizar su estancia. No es el único, el hotel Quincy de Washington ofrece el servicio unplugged: sustituye los móviles, las tablets y los ordenadores por mapas en papel y descuentos en librerías locales. Estos paquetes turísticos anti-tecnológicos, van mucho más allá de ofrecer juegos de mesa y paseos por el campo: En Seattle, Estados Unidos, se ha fundado la primera clínica de desintoxicación para ciberadictos, catorce mil dólares por 45 días en plena naturaleza. Su programa se conoce como ReStart Internet Addiction Recovery Program, y cuando finaliza el tratamiento, se realiza un seguimiento a través de un programa de ordenador. El digital détox ha traspasado las barreras del turismo hasta límites insospechados. La necesidad de recuperar el control de la vida real se hace efectiva con la salida de modelos de redes sociales como el caso de Essena O’Neill, o el caso de la actriz Daisy Ridley. El último movimiento anti-wifi se ha producido en el sector literario de Londres. Las bibliotecas antiguas y tradicionales, gran atractivo turístico de la ciudad, se han visto secundadas al poder de las redes sociales e Internet de nuevas cadenas. Móviles que suenan y rompen el silencio de los libros, que en realidad debieran ser un refugio para los lectores. Algunas de las librerías que se rebelan contra la invasión tecnológica son Libreria Books en el Este de Londres, en colaboración con Tenderbooks, Buchhandlung Walther König, Lutyens & Rubens (que además posee una agencia literaria a la que nadie osaría molestar) o Word on the Water, una librería flotante. Estas pintorescas tiendas tienen la mayoría una tradición (casi) centenaria en el ambiente londinense, y no solo evocan con nostalgia otras épocas sino que también son especializadas en libros antiguos y ofrecen servicios de cafetería. Rohan Silva, fundador de Libreria Books, resume la iniciativa ante el New York Times la siguiente manera: “Queremos que las personas utilicen la intuición cuando compran libros. Hoy en día puedes tener wifi en cualquier sitio, pero no es necesaria en una librería.” Y vosotros, ¿qué libro os recomienda la intuición?
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