La creatividad es algo que muchos amamos -es la chica guapa de la universidad con la que todos quieren bailar el día de la graduación-. Considero que la creatividad es hablar con uno mismo, es realmente ver qué te gustaría observar en determinada situación, contexto o en una pieza si hablamos de publicidad. Es en tiempos muertos en que tu mente viaja y tu cerebro conecta pensamientos vagos para llegar a lo que puede ser “la gran idea” pero, ¿qué pasa si esa idea retumba intensamente en tu cabeza que te causa miedo? A veces nuestras ideas pueden llegar a ser tan intensas y profundas que podrían fastidiarnos un poco al perseguirnos y no saber cómo realizarlas. Y es que una idea puede ser tan poderosa que puede cambiar todo. Una idea puede generar burlas o halagos, puede cambiar tu vida o la de alguien más. Pero las ideas no son malas, no hay que tenerles miedo. Es normal sentir incertidumbre al no saber si lo que estás haciendo es lo correcto pero el miedo a las ideas puede representar algo más profundo, miedo al éxito, a tu capacidad. La creatividad es el simple extracto de tu ser, el reflejo de imágenes puras de tu mente plasmadas en papel, una extensión de ti en un estado de ánimo sobre excitado -eres un ángel en un reino desconocido haciendo arte, creando donde no hay nada-. Pero si algo puedo decirte, amigo lector: El saber que esa euforia, esa epifanía creativa, ese destello efímero, esa sinopsis de datos nace en una masa de tejido nervioso y una infinita red neuronal -cubierta tan solo por una capa de tres milímetros- donde se concentran millones de asociaciones, palabras, experiencias e imágenes… sí crea un poco de miedo. Imagen cortesía de Shutterstock
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