Aunque parezca que hace sólo dos días que estábamos en la playa, ya queda poco para que el ambiente navideño invada nuestras vidas. Pero más que la Navidad, importa el Año Nuevo, y no como fecha señalada sino como momento de transición. Una de las tradiciones más arraigadas de esta época es vociferar a los cuatro vientos los propósitos de año nuevo. Y a la vez es una de las tradiciones que más felicidad despierta en muchos y que mayor grado de frustración provoca, con la aparente suerte que cada ser humano que se abona a ella ha desarrollado un extraordinario sistema inmunitario frente al fracaso de esta constante anual inamovible por los siglos de los siglos. ¿Sois conscientes, queridos abonados a los propósitos, de lo ridículo que es tener un placebo que dura menos de 24 horas? Pero no me odiéis, no estoy atacando la salud emocional de nadie ni voy contra fechas tan señaladas. Es obvio que cada uno puede hacer con su vida lo que le venga en gana, para eso es suya, y cada uno sabe perfectamente cuánto grado de emoción humana y cuánto de postureo enquistado almacena cada felicitación. Pero sí sería muy interesante que pudiéramos obtener de su análisis un resultado aplicable a nuestro día a día profesional, que durase todo el año y que nos mostrase un poquito más de nuestro propio yo. Porque todos tenemos que cuidarnos y prometernos una docena de cambios para que todos vean que vamos a cambiar no hace más que incrementar la ansiedad de pasado Reyes cuando uno vuelve a su mesa de trabajo en la empresa con la perspectiva de un año entero por delante y sabiendo, tristemente, que el primer día que se busca en el nuevo calendario es la primera fiesta. ¿Eso es ser humano? Pues pienso que sí, pero también creo con firmeza que ser humano no es rendirse a las tradiciones, sobre todo si éstas no ayudan. Dejemos el año nuevo y vamos al lío. Todos sabemos que el estrés es la enfermedad más común y con diferencia a todos los que tenemos esa edad en la que hablar de Mazinger Z, La Batalla de los Planetas o Ulises XXXI nos emociona, tenemos al menos un conocido o amigo que ha sufrido los rigores del estrés en formato fisiológico. ¿Y cómo debemos cuidarnos? Pues investigándonos y vigilando el ecosistema en el que nos movemos, detectando cómo podemos evitar posicionarnos de espalda al crecimiento basándonos en falacias. Algunos de los puntos calientes serían: OJO CON LAS EXPECTATIVAS Confundir las expectativas de un hecho con ilusión por el mismo es incurrir, de base, en un error que puede trastocar todo nuestro planteamiento de cómo funciona el mundo. La percepción que tenemos de las cosas debe ser coherente: ¿para qué repetir cada año que nos vamos a apuntar a un gimnasio si sabemos que es mentira? Y el hecho trascendente no es la propuesta sino la no asunción de que estamos engañándonos. Cuidado con los grandes proyectos, los grandes prescriptores de futuros maravillosos, los colegas de cañas que se apuntan contigo a un proyecto y cuando te giras para la segunda caña te han dejado con la cuenta por pagar. Tocar de pies a tierra con tu proyecto, con tu compañero de departamento o con tu jefe de área es el primer paso para reducir la ansiedad al máximo, esa tan mala que nosotros mismos nos inducimos por confundir las expectativas con la ilusión. ENGAÑAR NO ES SANO Es curioso que las personas detectamos con celeridad el engaño, pero cuando se trata de auto engaño, no lo olemos ni de cerca. Engañar no es sano, pero engañarse a uno mismo es una locura porque nadie te audita y sin un referente, estamos solos y abandonados sin saber realmente que lo estamos y nuestro desarrollo puede tender a una condena. Prometerse sin la conciencia y confianza de que va a cumplirse es una lacra que afecta a muchas empresas en relación a sus clientes y a muchos profesionales cuando se trata de relacionarse con sus compañeros. Muchos creen que la promesa de acción es una moneda de cambio para un intervalo de tiempo, piensan que prometiendo ganan tiempo, pero al final sólo están entrando en un túnel donde la luz del final es un mero espejismo. ¿Para qué sirve un propósito si sabes, por experiencia y estadística, que no vas a cumplirlo? EL AÑO NUEVO NO SERÁ MEJOR Es una realidad, el año nuevo en sí no será mejor, eres tú quien debe poner toda la carne en el asador para que así sea. Vivir pendientes de refranes y tradiciones es usar la ignorancia como eje de crecimiento. No va a venir nadie a echarte una mano, los clientes del año que viene no van a caerte del cielo, tus competidores no tendrán peor suerte que tú porque ellos se buscan la suya y tú no serás mejor que este año si realmente no te comprometes contigo mismo a serlo. Podéis patalear como los niños de infantil en el patio o renegar como posesos, pero esa es la realidad. Y si no la entendéis así es porque seguís planteando vuestra vida desde la óptica de los propósitos. La esperanza no es amiga de la estrategia, los propósitos no son amigos de los planes, el engaño no es amigo del tiempo y vuestro futuro no es amigo del fracaso. Olvidad los propósitos y sed firmes en las propuestas, no os aferréis a las expectativas de algo y centraos en construir algo que ilusione. Porque vuestro negocio y vuestra empresa son altamente sensibles y susceptibles al engaño, por ello debéis cuidaros mucho y cuidar mucho a vuestra empresa, porque cuando llegue el día después de Reyes no encontraréis ningún regalo de los que hayáis escrito en vuestra carta.
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