Llama la atención que con la gama cromática que existe en este mundo, el ser humano tenga predilección a pasar del blanco al negro sin detenerse en el hermoso muestreo intermedio. Obviamente es un comentario metafórico, aunque apoyado en la premisa que la celeridad de los procesos de empresa y las modas o tendencias nos dirigen a escenarios de acusada radicalidad. Y si a ello añadimos que aspectos clave en nuestra vida como la empatía y la asertividad han sido relegados a la categoría de «en vías de extinción», nos enfrentamos a un mundo cada vez más disperso, inestable e irresponsable. Es cierto que cada persona tiene una opinión y una verdad, pero esto no es una carrera por la posesión de la razón o verdad. Lo que sí es una verdad universal es que nos ha tocado repartirnos el mundo con los demás y si no compartimos, no partimos. Y si no existe movimiento, todo se estanca y acaba deteriorándose y desapareciendo. La coherencia es otra característica del ser humano que está viviendo horas bajas y que debemos recuperar cuanto antes porque tiempo, tenemos todo el del mundo pero las acciones que desarrollamos fluyendo sobre él son finitas y especiales, necesitan de nuestra competencia y honestidad profesional. Barajar sólo el blanco y el negro es el acicate de la coherencia y el sentido común. Cuando planteamos como profesionales al empresario la posibilidad de activar acciones de marketing digital en su empresa, notamos que al empresario le invade un afán intenso e inmediato de radicalización visceral: o reniega por completo de algo que lleve la palabra «marketing» y la palabra «digital» en la misma frase, o bien asume que este nuevo paso en el camino de la consolidación empresarial es la solución a todos sus problemas y el motor de incremento inmediato de sus ventas. ¿Por qué vemos en blanco y negro? Cuando una empresa intenta subsistir y prosperar en un tejido asolado por la crisis, su percepción del ecosistema debe ser atenta, cuidadosa y seria, de ahí la urgencia por recuperar la coherencia empresarial. A pesar de ello, llevo más de un lustro viendo empresas que funcionan al contrario, presa de un miedo no terrenal que las atenaza y cambia la percepción de las cosas. Cuando los recortes resquebrajan las plantillas profesionales porque la empresa tiene déficit comercial y superávit de costes, los profesionales que moran en sus entrañas eligen aislarse del mundo y clavar las uñas en su silla a riesgo de perder cualquier relación cultivada durante años, en lugar de acercarse a sus iguales y proponerles un compromiso conjunto para, entre todos, dotar de calidad e ideas al negocio y convertir el déficit y el superávit en un próspero equilibrio. ¿Es posible que estas personas sigan viendo en blanco y negro? Y el asociacionismo, ese modelo de agrupación tan necesario en tiempos difíciles, al ser una herramienta de generación de valor para sus asociados, se convierte en un coto privado de caza para las empresas que han tenido la suerte o influencia para erigirse miembros de una junta directiva, viviendo de las cuotas del resto sin que estos obtengan contraprestación por él. ¿Son nuestras agrupaciones empresariales películas en blanco y negro? Dicen que para gustos, los colores. Es hora de darnos el gusto de apreciar la variedad cromática de nuestro ecosistema profesional, de entender, como empresarios y profesionales, como empresa y negocio, que nada es sólo blanco y nada es sólo negro, que aunque sea en un mínimo porcentaje tiramos hacia cambio de tono o, directamente, hacia otros colores. Si nos movemos sólo en el blanco y negro es altamente improbable que nuestra empresa proyecte variedad de color. No olvidemos que el cliente rechaza todo lo que no tiene color, por eso son tan importantes nuestras decisiones como empresa a la hora de colorear propuestas hacia nuestro fondo de comercio. Y mucho de ello se resume en la capacidad de evaluar las cosas sin irnos, por defecto, a los extremos. Que el mercado sea frenético (aunque la velocidad del tiempo es de 60 minutos por hora aquí y en la Luna), que nuestros clientes quieran las cosas «para ayer» (un absurdo creado por la empresa misma y condenado a la vez por ella), que nuestros competidores adquieren velocidad de crucero y nos adelantan (problema nuestro también por no entender el ecosistema y no saber competir) no tienen, en verdad, nada que ver con el hecho de tener que elegir siempre blanco o negro. Al contrario, cuanto más interesante nos parece una nueva acción de empresa, más intensidad debemos poner en desentramar con cuántos colores cuento para pintar a mis clientes. Y como siempre la palabra nos salva. Alternativa: esa es la palabra. Nuestra capacidad de analizar alternativas amparada por nuestro profundo conocimiento de mercado, es lo que nos convierte en pintores. En la mayoría de ocasiones que alguien ve en blanco y negro es por desconocimiento del resto de colores o porque hace tanto tiempo que vive en monocromático que ni siquiera se plantea volver a ver en color. Y no es un ejemplo tópico sino un hecho típico, el acomodamiento es patológico y crónico en la empresa y deberíamos vigilarla cual enfermedad contagiosa, porque sin duda lo es. ¿Qué da color a mis decisiones? ESCUCHAR. ¿Te suena? El ser humano es altamente adictivo a no escuchar porque tiene urgencia en hablar de lo que él piensa y le interesa. Quizás tenemos dos orejas y una boca, para escuchar el doble de lo que hablamos. PENSAR. No, no es broma. Pensar, así de simple y contundente. Cuando el tiempo apremia las decisiones viscerales priman sobre las consensuadas, aunque sea con uno mismo. Si escucho y pienso esto entrando en una dinámica positiva. ASIMILAR. Hacerme a la idea de la necesidad que tengo y si lo propuesto es acorde a su solución. Nadie externo a tu sector sabe más que tú de tu trabajo, pero sí sabe más de aportarte una solución al problema porque su óptica es diferente, por ello debes actuar con la tranquilidad de asumir que la solución pueda venir de fuera. EJECUTAR. Si escuchas, piensas y asimilas debes decidir, sino, estás malgastando ese tiempo tan precioso que fluye y del que no volverás a disponer. Quedarte a las puertas de la ejecución es como vivir día tras día con el lienzo en blanco. APRENDER. Nos llenamos la boca con que hay que aprender de los errores, pero seguimos liderando con ventaja abrumadora el ranking de seres vivos que tropiezan una vez tras otra con la misma piedra. ¿Algo falla, no? Somos capaces de aprender de los errores y, por supuesto, de nuestros éxitos que parece más intuitivo y fácil. Adquirámoslo como hábito, empecemos a dar color a nuestra empresa y dejemos el blanco y negro para las excelentes e imperdurables cintas de Harold Lloyd y Buster Keaton.
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