Son las 2:23 de la tarde. El aire acondicionado aún no se lleva el calor atrapado en la sala, y la llenura del almuerzo pesa sobre mis ojos llamando al sueño. Junto a la pantalla, un hombre joven y bien vestido expone una gráfica llena de círculos, flechas y términos en inglés. Todos lo miran atentamente (o al menos eso parece), mientras el personaje hace una larga introducción llena de palabras ambiguas y una extraña fusión de ideas filosóficas, psicológicas, antropológicas y sociológicas. Yo miro todo esto y pienso “¿Todo esto para un 2×1?” Pero la cátedra funciona, y cuando llega la hora de presentar la idea, los clientes están tan hipnotizados que aprueban la campaña inmediatamente, así la propuesta creativa no tenga nada que ver. Todos sonreímos y somos felices, nos tomamos un café y volvemos a nuestros escritorios a trabajar. Es solo uno de taaantos recuerdos similares que tengo de mi tiempo en agencias de publicidad. Y ustedes podrán decir, “Bueno, funciona, ¿cuál es el problema?”, pero siempre que salía de esas reuniones, yo quedaba con esa sensación en la barriga de que algo no estaba del todo bien (y no, no era el almuerzo). Y es que el mundo de la publicidad está lleno de personajes “geniales” que al parecer creen que su trabajo es impresionar, en lugar de brindarle una ayuda real a sus compañeros, a sus clientes y a los clientes de sus clientes. Alimentan su ego convenciéndose de que deslumbrar a los demás los hace mejores, y terminan complicando los procesos en lugar de hacerlos más simples. Somos servidores, nos contratan para brindar soluciones, para descubrir nuevas perspectivas y ver cosas que nadie más ha visto. Para ello no necesitamos términos extraños ni elaboradas teorías. Necesitamos conocer nuestro negocio y el del cliente, pero sobretodo necesitamos conocer nuestra propia naturaleza para poder entender las necesidades humanas que estamos atendiendo y solucionarlas de una manera práctica. Así que mi propuesta es la siguiente: preocupémonos menos por parecer brillantes y más por convertir nuestro saber en un verdadero insumo para la creatividad, porque cuando hay conocimiento se nota en el producto final. Por último, volvamos a creer en nuestra intuición, que aunque muchas veces no le demos el crédito, es el lugar donde tienen origen esas ideas simples y geniales que se venden solas y emocionan simplemente con verlas. AUTOR Paula Obeso Palacios En el colegio soñé con ser psicóloga, escritora, antropóloga y hasta quise ser como Xuxa, pero terminé estudiando publicidad (que es más o menos una mezcla de todas las anteriores). Ahora trabajo como redactora creativa y a veces me doy el lujo de escribir un cuento. Algunos están aquí: elblogdepaulafat.wordpress.com Imagen cortesía de Shutterstock
Comentarios