Es época de elecciones y en el mercado electoral hay una gran de variedad de los famosos productos milagro y obvio todos están de oferta. Pero lo peor es que las marcas a las que pertenecen estos productos no tienen el menor desempacho en querer o creer que van a poder engañar al consumidor con tan sólo hacer un ligero rediseño del empaque. Es muy difícil que los consumidores hoy en día vuelvan a comprar el producto de una marca con el que ya han tenido una mala experiencia, no importa que esté de oferta o diga que tiene una fórmula mejorada. Mientras el logo de la marca siga apareciendo en el producto será muy difícil que se le quite el estigma de malo, chafa, engañoso, pero sobre todo que no da resultados y no sirve para nada. Hice esta analogía para tratar de entender qué pensaron o qué es lo que pasó por la cabeza de quienes hicieron la estrategia propagandística de los candidatos a gobernador por el Estado de México, en concreto para la “ex diferente” Josefina Vázquez Mota y para el “primazo» Alfredo del Mazo, pues si atendemos a Leo Burnett quien decía que la mejor forma que se puede conseguir en publicidad, en mi opinión, es credibilidad, y nada es más creíble que el propio producto”, entonces ¿por qué quienes hicieron las campañas de estos personajes no se dieron cuenta que las marcas tiene pésima reputación y que sus productos son basura?, si a esto se le suman los “memescos” eslogan de campaña “Más que un cambio” y “Fuerte y con todo”, con los que tratan de convencer o cambiar la percepción que tiene el consumidor electoral… Es obvio que nadie les va a creer que el ¡limpiador “el Primazo” ahora viene tan fuerte que limpia a la primera! o que ¡harina “doña Chepina” cambió la forma de hacer pan! No puedo imaginar cómo es que se atrevieron a decirle a del Mazo y Vázquez Mota: “Vamos hacer una gran campaña contigo…” William Bernbach decía: sólo porque tu anuncio tenga buen aspecto no hay seguridad de que será bien visto. ¿Cuánta gente conoces que está impecablemente peinada, pero es fea? y este tipo de campañas, pese a la gran cantidad de dinero que se destina, son un claro ejemplo de qué por más bonita y tierna que se vea Josefina abrazando a un bebé o por más protector y generoso que se vea del Mazo saludando a una persona mayor no serán bien vistos, al contrario los tacharán de hipócritas pues todos saben a qué marca pertenecen. Las agencias de publicidad deberían negarse a hacer este tipo de campañas, que como bien dice mi buen amigo Moylder, sólo sirven para instaurar a un monigote… que de antemano todos sabemos que lo único que hará es más daño; como es el caso de nuestro actual presidente Peña Nieto, me pregunto, quien llevó su campaña ¿no se sentirá mal al saber que, en cierta forma, es responsable de que los mexicanos tengan un presidente tan corrupto y pendejo? En estos momentos que el país va tan mal, los publicistas deberían usar su talento para ayudar a cambiar esta triste realidad y principalmente aquellos publicistas extranjeros que han hecho su carrera y fortuna en este país. Ellos deberían, por agradecimiento, ser los primeros en decirle a “los clientes” como Eruviel Ávila, del Mazo o Peña Nieto: “porque este país me dio la oportunidad de ser alguien no te hago tu campaña”. Sin embargo, para estos publicistas —de los que omitiré nombres— el dinero está primero, que se chinguen los mexicanos. Los publicistas también somos responsables de crear una mejor sociedad, un mejor país y este cambio de actitud ya se está viviendo, por eso cada vez es más común que las campañas que arrasan en los festivales sean las que de alguna manera proponen un mejor mundo, una mejor convivencia o las que concientizan a la sociedad. Los publicistas somos de cierta manera, una especie de asesor político pues le decimos a una marca cómo debe hablar, qué tiene que proyectar, incluso le inventamos atributos, pero a diferencia de los productos de las marcas de mi analogía, el consumidor siempre tendrá la oportunidad de probar cualquier producto y si no le gusta cambiarlo sin tener que esperar tres o seis años o incluso de exigir se le reembolse lo que pagó si lo que adquirió no es de su entera satisfacción, en pocas palabras: el consumidor puede hacer valer los derechos que le otorga la “Constitución del consumidor”. La publicidad como bien lo decía Don Draper se basa en una cosa, la felicidad. Y, ¿sabes lo que es la felicidad? La felicidad es el olor de un coche nuevo. Es ser libre de las ataduras del miedo. Es una valla en un lado de la carretera que te dice que lo que estás haciendo lo estás haciendo bien… y eso es lo que los publicistas deberíamos tener como objetivo principal, hacer publicidad para que el consumidor se sienta feliz y no publicidad -o en este caso propaganda- para mostrarle lo que aborrece y le recuerda por quiénes este país está en la ruina.
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