Dicen que el tiempo pasa lento cuando no la pasas bien. Y dicen bien. Los últimos ocho días han parecido estar formados por minutos de 300 segundos, por días interminables y noches de descanso a medias. Ocho días van desde que nuestro país se estremeciera desde sus raíces; desde aquel martes 19 de septiembre en el que muchos relojes dejaron de marcar la hora a la 1:14 pm. México se sacudió, y su gente con él. Hemos sido testigos de un país que ante lo peor, saca lo mejor. En esta generación de las redes sociales, demostramos el poder que tiene la comunicación en tiempo real, no sé ustedes, pero por lo menos en todos mis feeds sociales fue como si el tiempo se hubiera detenido para esa sección de memes, bromas y noticias irrelevantes. Durante días enteros lo único que había en las redes eran mensajes de apoyo, de ayuda, de aliento, gente movilizándose, puños levantados y humanos siendo más humanos.
Ocho días de ver a mexicanos y no mexicanos tratando de darle sentido a esto. Ocho días de edificios caídos, perros salvando vidas, humanos salvando vidas, y mexicanos perdidos pero no olvidados.
Cuesta trabajo despertar de todo eso, cuesta trabajo ir a trabajar y pensar que la vida sigue cuando para muchos no.
He visto a más de uno tratando de descifrar cómo escribir en esta nueva hoja que no llega del todo blanca sino con marcas de lo que antes estuvo escrito ahí. ¿En qué momento se regresa a la “normalidad”? Yo creo que nunca. México se sacudió y su gente despertó. Despertamos. Y han sido miles las manos que han levantado a México en estos momentos de duelo y tristeza, y nos vamos a levantar, tarde o temprano, la piedra caída y la estructura doblada serán reemplazadas por algo nuevo y más fuerte. ¿Y luego? ¿Con qué se mantiene despierto a un país entero? Las manos han hecho y seguirán haciendo su labor, nos esperan muchos años de reconstrucción, pero es momento de poner en acción también nuestras mentes y nuestra creatividad. Necesitamos ideas de transformación y regeneración. En ocho días fuimos capaces de derrumbar muros mentales y sociales. Trabajamos hombro con hombro y puño con puño sin importar edad, sexo, religión, preferencia sexual o nivel socioeconómico. Fuimos una nación. Un México coordinado, sólido, fuerte… UN MÉXICO ENVIDIABLE, incluso durante una tragedia de niveles épicos. Tal vez teníamos que tocar fondo para levantarnos, pero es momento de seguir haciéndolo. Seguir mirando hacia arriba. El brief está claro: conservar la inercia y el momentum que tenemos para mantener a nuestro país unido, y para transformarlo en el país que como sociedad, estamos demostrando que nos merecemos. Mentes creativas de México, si están leyendo esto, es momento de actuar y no de descansar ni de bajar el ritmo. Es momento de encontrar esa nueva forma de hacer las cosas. Esas grandes ideas que México necesita para levantarse más fuerte que nunca. Es momento de aprovechar la fuerza y la unión que tenemos, para construir un mejor México, un México del cual las generaciones que vengan se sientan tan orgullosas de él como yo lo he hecho en estos últimos ocho días. Hoy me siento más orgulloso que nunca de mi país y de mi gente, de su forma de gritarle al mundo con puños cerrados y silencio, que nada nos podrá tirar. Hoy me siento feliz de ver que nos espera un mejor México que el que dejamos atrás hace ocho días. Nos espera la mejor versión de México. Sigamos siendo grandes. P.D. Y SI VUELVO A NACER, QUE ME VUELVA A TOCAR SER MEXICANO.
Comentarios