Hace algunos meses tuvimos un pitch en la agencia en el que el cliente nos pedía una temática glow in the dark para su evento principal. No es nada del otro mundo, de hecho, hay una especie de boom del glow en el Event Marketing e incluso en actividades BTL pero nosotros acostumbramos ofrecer por lo menos un pasito más de lo que todo mundo está haciendo y en lo personal, no me atrevo a ofrecer algo que no he probado y cuyos resultados no estoy seguro que serán los prometidos. El grueso del target de dicho evento es ejecutivo y oscila entre los 35 y 45 años. Entonces, cómo suele pasarme, le di muchas vueltas al asunto, investigué, se podría decir que, aunque sea en un pequeño grado: me obsesioné. No porque sea algo que no hemos hecho, sino por las edades, el perfil nada más no machaba. Me gusta complacer al cliente, pero también tengo la filosofía de que, como creadores de experiencias, uno de los factores más importantes es hacer que los asistentes vivan momentos únicos que los hagan disfrutar sin un solo “pero”, ni en el instante ni a posteriori. Las fiestas Glow in the Dark fueron un fenómeno en los años 90, y a partir de 2012 probablemente gracias a un festival que retoma la festividad india “Holi” la fórmula ha revivido y se ha vuelto un éxito. Somos muchos los que hacemos éste tipo de eventos ya sea por solicitud expresa del cliente o cómo propuesta propia, pero es justo porque en este caso estamos dirigidos a un target del cual yo pudiera ser parte, que me parecía complicado el batidillo. Hay muchas fórmulas; polvos, aerosoles, pinturas neón, pero me parecen enfocados a un público más joven, irreverente, despreocupado. Si yo voy saliendo de trabajar, y voy a un evento por muy increíble que éste sea, lo que menos espero es salir de ahí con el traje arruinado o con pintura en la cara que tenga que quitarme con una mezcla de productos que ni la drag queen más producida tiene en el tocador. Y entonces entró a mi mente el mismo pensamiento que probablemente estén teniendo en este momento: “qué sangrón” (bueno, en mi mente la palabra era más fuerte). Y entonces hice lo que todo buen mercadólogo haría; un estudio de mercado. El tiempo apremiaba entonces, seré honesto, lo hice one on one entre aproximadamente 60 conocidos y colaboradores del mismo perfil; el resultado fue que no soy tan sangrón cómo pensábamos, las principales preocupaciones: manchas en la ropa, dificultad para quitarlo de la piel, toxicidad, tiempo de eliminación, etc. Entonces ahí estaba, nuestra área de oportunidad. Por supuesto no iba a cambiarle el racional creativo al cliente y tampoco ofrecerle algo que lo dejara contento a él pero no a sus invitados. Así que experimentamos, experimentamos… y experimentamos. La conclusión: ¡se pueden hacer experiencias glow sin hacer un batidillo! Les comparto como testigo un par de fotos tomadas con un segundo de diferencia (yo empecé con esto, yo me involucro hasta llegar a buen puerto) Finalmente ganamos el proyecto e hicimos un evento con resultados altamente satisfactorios. Durante la clausura del evento, con los invitados vestidos de gala con un Black DressCode, logramos crear una experiencia alucinante por encima de las expectativas del cliente y en el que los participantes quedaron gratamente sorprendidos. A su llegada fueron pintados sin poder notarlo y sin saber de lo que se trataba; ya entrada la noche, al poner en marcha nuestro concepto, el riguroso negro y el ambiente de gala se convirtió en explosiones de color, formas y texturas. Probablemente una de las mejores y más divertidas experiencias de su vida… Si esperaban que compartiera la fórmula, lamento decepcionarlos, pero uno de eso vive. Lo que sí quiero compartir es la moraleja: Aunque todo está escrito, siempre podemos y debemos perfeccionar la técnica en pro de la satisfacción del target. Platiquemos en @FerFamania
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