Escribir es un trabajo bueno, pero alguien tiene que hacerlo. En publicidad, al redactor se le conoce por el nombre en inglés copy, que es la contracción de copywritter. Lo que hace es encargarse de los textos de una comunicación publicitaria. Eso como mínimo, porque en realidad, es el responsable de la estrategia del lenguaje publicitario, y de la definición del mensaje en sí mismo. Resumiendo, es quién decide qué se dice y cómo se dice. Luego, se pondrá de acuerdo con el Director de Arte para darle forma, sea cual sea su soporte final. Escribir está de moda, porque es una de las claves del mundo 2.0 que vivimos. Todos escribimos en nuestros muros de facebook, nuestros twitter y muchos en sus propios blogs. Pero sólo algunos tenemos la suerte de hacerlo profesionalmente. Y es una suerte que hay que saber alcanzar y mantener.
Escribir es mucho más que ponerse delante de un papel o un ordenador y juntar palabras y reunirlas en ideas comprensibles. Necesita un proceso de aprendizaje y un estado de ánimo.
El aprendizaje no consiste sólo en un conjunto de técnicas, básicamente gramática y ortografía, sino en acumular conocimientos en el archivo mental que tarde o temprano serán utilizados. Unos serán muy concretos como las palabras, y otros abstractos como las ideas. Y un estado de ánimo porque mantener un equilibrio mental, algo poco probable en las personas creativas o artistas, es imprescindible si quieres poder expresarte con cierta objetividad y claridad, o todo lo contrario, forzando los puntos de vista a los extremos que sean necesarios. Un poeta o compositor musical puede volcar sus fobias, pasiones o traumas como le plazca, pero un redactor publicitario evidentemente no. Pero esas dos premisas para trabajar como redactor, ya sea escribiendo en blogs corporativos, ya sea en artículos técnicos, textos de campañas o tediosos tutoriales, como digo son el aprendizaje continuo y el estado de ánimo y son lo más interesante y divertido de esta profesión. Ser escritor o creativo, te obliga a asistir a citas inspiracionales como algunos congresos y eventos en los que simplemente escuchar y tomar notas. Y no sólo para escuchar a eminencias culturales o científicas. Una obra de teatro, una película… Es dejar de trabajar frente a un escrito, y abrir los ojos y los oídos para dejar que las ideas de otros penetren y se disuelvan como un complejo vitamínico en tu interior. Te obliga también a leer mucho. Porque la lectura es el mejor entrenamiento para quien quiere aprender a expresarse, y porque el conocimiento se encuentra ya reunido en millones de libros y artículos ya escritos por otros. Igualmente te permite, y hasta te exige, hacer altos en tus rutinas. Abrir paréntesis en tu vida diaria para despejar la mente, y descansar las neuronas. Porque sólo quien trabaja en el exprimido constante de un cerebro sabe hasta qué punto esa parte de nuestro organismo es tan vulnerable a lesiones como pudiera ser un lumbar en los trabajos físicos. Y por supuesto, un escritor está también obligado a conocer gente y relacionarse. Todo lo que escribimos, tiene su origen o su fin en las personas, y la única forma de entenderlas, incluso aunque hayas estudiado psicología, es observando cómo se comportan, escuchando sus conversaciones entre sí o hablando con ellos. Para escribir, por tanto, hay que parar de hacerlo y salir a dar una vuelta. Tomarse el día libre, o varios. Viajar, relacionarse con amigos o desconocidos, leer o ver la televisión. Si. Suena bonito, pero espera a tener que entregar un texto de cien palabras a primera hora del día siguiente de algo de lo que hasta ese momento, no habías oído hablar en tu vida. Entonces, será un reto, y será aún más divertido. Imagen: Creative Commons by matryosha on Flickr.
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